Mundos de terror
Títulos como Amnesia, Outlast o SOMA, entre otros tantos, dispararon la popularidad de los videojuegos de terror inmersivos en primera persona, y también la cantidad de videojuegos independientes de terror en el mercado. Durante la última década han sido muchísimos los títulos que se han lanzado siguiendo estas pautas, cada uno con sus peculiaridades, sí, pero con una base común muy similar. Por desgracia, el exceso suele venir acompañado de sobreexplotación, y entre tantos intentos, no son muchos los que llegan a destacar, la mayoría se quedan en la mediocridad. A veces, incluso aquellos que hacen bien lo que se proponen no consiguen brillar debido a la repetición y el cansancio del público. No obstante, de vez en cuando nos encontramos con alguna obra que consigue aportar carisma y personalidad suficientes para llamar la atención, y no es necesario brillar demasiado, simplemente aportar algo de frescura y originalidad. Eso es lo que consigue, hasta cierto punto, Apsulov: End of Gods.
Angry Demon Studios ha desarrollado esta peculiar aventura a la que no se le puede negar tanto un enfoque muy propio como una combinación de elementos de ambientación que lo hacen destacar sobre la mayoría de los títulos del género en ese aspecto. Aunque se lanzó originalmente en 2019, ha llegado recientemente a la nueva generación de consolas, en formato físico y digital, y es una nueva oportunidad para probar esta aventura que combina terror, ciencia ficción y mitología nórdica, con un resultado sorprendentemente natural y atractivo. El juego nos pone en la piel de una joven que se despierta en unas extrañas instalaciones médicas en las que se la está sometiendo a procesos quirúrgicos cuya finalidad nos es desconocida, mientras una misteriosa voz le da órdenes, y le habla sobre divinidad y creaciones fallidas.
Desde el mismo principio de la aventura, el entorno que nos rodea estará conformado por una mezcla de arquitectura y tecnología futurista – típica de la ciencia ficción – con simbología religiosa nórdica. La primera estancia es un laboratorio construido enteramente con materiales metálicos, con unas enormes cabezas esculpidas en las paredes, y que representan a seres mitológicos de la cultura vikinga, y asociados a runas de la misma. Además, el atuendo de nuestra protagonista, así como los tatuajes de sus brazos, tampoco parecen adecuarse a la ambientación sci-fi futurista estándar, sino que son más propios de la cultura vikinga medieval. No tardaremos en darnos cuenta de que la voz que guía los experimentos no tiene buenas intenciones con nosotros, y nos veremos empujados a escapar del lugar, dando inicio a una angustiosa búsqueda de la verdad para descubrir quiénes somos, qué nos han hecho en ese lugar, quién lo ha hecho, y por qué. Lo que inicialmente era una huida desesperada se convertirá en una misión de búsqueda tras conocer a algunos personajes que nos ayudarán a orientarnos en las instalaciones de Borr Corp, y poco después en un intento desesperado de salvar al mundo de los peligros que dicha compañía ha desatado sobre él.
El mapa central del juego será un gigantesco laboratorio subterráneo en el que Borr Corp investiga artefactos y reliquias supuestamente divinas, y que ha sido ocupado por una amenaza procedente de otros mundos. Pues, aunque inicialmente estemos en dicho laboratorio, el juego nos llevará a otros de los planos o mundos de la religión nórdica, a través del árbol Yggdrasil. En cada uno de estos mundos encontraremos entornos y amenazas muy distintas, mientras averiguamos más y más cosas sobre nuestra propia protagonista, sobre Borr Corp y sobre la voz que inicialmente nos manipulaba en el quirófano. Con estos ingredientes, Apsulov integra el terror, la ciencia ficción y la mitología nórdica en una sola pieza, pues todos estos elementos irán de la mano tanto en la jugabilidad como en la ambientación y la narrativa.
A grandes rasgos, las mecánicas de acción serán las habituales en la mayoría de títulos del género, poniendo la mayor parte del peso en la exploración, la búsqueda de objetos clave para progresar y la tensión que produce la atmósfera, mediante entornos cerrados, sonidos extraños y oscuridad. Sin embargo, contamos con la ayuda de una especie de ojo biónico (que nos implantan en la secuencia inicial, presumiblemente) que nos permite ver el escenario con mayor claridad, aumentando nuestra visión en la oscuridad y mostrándonos mecanismos ocultos y objetos similares. Además, también nos haremos con un brazo protésico que nos permitirá interactuar con dichos mecanismos y, llegados a cierto punto de la aventura, nos dará la posibilidad de defendernos de nuestros enemigos y destruirlos. Será más que nada un arma de último recurso, pues su munición es muy limitada y lleva cierto tiempo cargar el disparo para atacar con efectividad. Sin embargo, este pequeño aporte de combate consigue romper la monotonía jugable del género, y aportar algo de dinamismo y acción a la aventura.
La mayor parte del tiempo tendremos que valernos del sigilo y la huida para evitar los ataques y la muerte, pues con la mayoría de los enemigos, si nos alcanzan una o dos veces estaremos muertos. Y ya que hablamos de la muerte en Apsulov, este suceso también es aprovechado para enriquecer las mecánicas jugables, al mismo tiempo que es coherente con la narrativa (por motivos que no puedo detallar para no caer en spoilers). Al morir seremos transportados a una suerte de limbo o plano astral en el que podremos realizar un pequeño desafío para volver a la vida, justo dónde nos habían matado. Sin embargo, ese plano astral, llamado el Éter, está vigilado por una temible criatura que nos matará instantáneamente si nos alcanza, acabando definitivamente con la partida. El valor de esta mecánica reside en que si morimos definitivamente no habrá puntos de control desde los que reiniciar, sino desde el último punto de guardado manual, puntos que están dispuestos por el escenario al estilo de un survival horror. Por la tanto, al entrar en el Éter, el jugador sentirá la tensión de luchar por su vida para no perder el avance, al mismo tiempo que siente la presencia agobiante de esa criatura, que puede hacernos perder parte del progreso si nos alcanza. De esta forma, se consigue trasladar la tensión del gameplay habitual a este mecánica de resurrección, a través de la jugabilidad y la narrativa al mismo tiempo, sin desentonar.
Donde mitología, terror y futurismo se dan la mano
Con estos elementos tendremos que progresar a través de seis capítulos que nos llevarán un total de entre cinco y siete horas, aproximadamente, dependiendo de nuestro gusto por la exploración. Estos niveles, gracias a la ambientación mitológica y el tránsito entre mundos, se sentirá bastante fresca y variada, sin caer en la monotonía de un entorno único que puede aparentar el juego durante sus primeros minutos. Es cierto que no se trata de un juego que descubra nada nuevo, ni que brille especialmente en algún aspecto concreto, pero si que sabe ejecutar sus intenciones con acierto, tiene la suficiente frescura y originalidad como para hacer interesante un formato sobreexplotado, y no tiene fallos reseñables.
Este análisis ha sido realizado con una clave de descarga para PlayStation 5 cedida por Meridiem Games.