Replícame esta
Resulta un tanto irónico que, desde que montamos este chiringuito cultural con el nombre de HyperHype – nombre que debe no tanto a la expectación que suele generar un lanzamiento concreto, sino a la ilusión que depositábamos y seguimos depositando en las infinitas posibilidades del medio -, mi percepción personal del hype haya mutado drásticamente, hasta el punto de convertir mi interés por determinadas propuestas en algo mucho más relajado y laxo que aquella ilusión incontrolable que sentía hasta hace poco menos de una década. No obstante, en mi habitual tono de abuelo Cebolleta, recuerdo con cariño esos años; esos meses interminables de verano en los que habría pagado mucho, mucho dinero por disfrutar junto a mi hermano de Naruto Shippuden: Ultimate NInja Storm 3, esos días previos al estreno de Final Fantasy XV en los que, ya esperando mi inminente copia de review, me faltaban uñas para morder. Eran, definitivamente, otros tiempos (si me preguntáis, algo mejores), y aunque yo desgraciadamente no conservo intacta esa impulsividad, me llena por dentro el saber que sigue habiendo gente así. Gente que se pide los días libres en el trabajo para perderse en la inmensidad de cada nuevo Fallout, que espera hasta las cinco de la mañana en la cola virtual de GAME para hacerse con su PlayStation 5 o que recorre las tiendas que haga falta para adquirir un par de días antes Resident Evil Village. Que encuentra en sus títulos más esperados un refugio, o un motivo para emocionarse. Gente por la que merece la pena seguir haciendo juegos.
Imaginémonos, por un momento, estar en esa piel. Tener la suficiente paciencia y sentir la suficiente devoción por una franquicia como para esperar, ansioso, la apertura de un producto en una tienda digital. Apoquinar, pocos minutos después en el mejor de los casos, 160 machacantes, contantes y sonantes, por la edición para coleccionistas súper exclusiva de ese juego. Incluye unos pines, la banda sonora en físico, y… bueno, realmente ni siquiera te importa el qué incluya. Te llegará en tres, seis o nueve meses, pero qué más da: lo importante es que cuando salga, serás el primero en tenerlo, y en su mejor versión. Esa es la promesa. ¿Por qué si no ibas a tomarte esas molestias (y pagar ese precio) a estas alturas del año?
Muchos fans dedicados de NieR Replicant, ese remaster de Toylogic que personalmente me encargué de recomendar la semana pasada, deben de estar culpándose en este preciso momento por haber evadido esa pregunta. Tres días después de su lanzamiento global (y tres días después de que las redes se hayan inundado con capturas y vídeos del juego), siguen sin su copia, y sin su edición White Snow. Lo que es más importante: siguen sin datos sobre el envío, ni detalles de ningún tipo por parte de la empresa responsable. En algún momento les llegará. O eso se supone.
Aunque no me gustaría quitarle hierro a un asunto como este capaz de dar lugar a situaciones un tanto incómodas (mucho ánimo a todos aquellos que os habíais organizado el calendario para tener un par de días para dedicaros exclusivamente a vosotros), en otras circunstancias sería el primero en animar el cese del fuego y en bajar el arma. Ya sabemos lo caóticos que tienden a ser los envíos, y lo habitual que es cometer un fallo, independientemente del ámbito. Los fallos humanos existen, y están bien que existan; está bien normalizarlos. No obstante, el maltrato de Square Enix Store hacia el coleccionista no es ni puntual (Enrique Gil, a.k.a Reseñas Cortas, recordaba vía Twitter cómo en el estreno de Final Fantasy VII Remake ocurrió exactamente lo mismo) ni casual: no es un problema de gestión, sino un problema de avaricia. ¿Por qué hacer exclusivo de Square Enix Store un producto así? ¿Por qué, a sabiendas de los problemas de tu infraestructura, decides privar al fan de la libertad de elegir su establecimiento de confianza, o de optar por otras vías a la hora de hacerse con una edición tan limitada?
Está claro que nadie le obliga, ni a él ni a nadie, a comprar en Square Enix Store. Ese discurso manido está genial. Pero de la misma manera que nadie nos obliga a comprar en esas tiendas (no seré yo quien proteste ante ese movimiento, y es que no creo que exista mejor forma de protesta), nosotros sí que deberíamos de obligarnos a no devaluar nuestro dinero, y a no aflojar la soga de las grandes empresas que perfectamente podrían optar por opciones más amables con el usuario de no suponerles nimias pérdidas. No desvaloricéis vuestro sudor. Ya hay mucha gente encargada de eso.