Wagyu en un tres tenedores
Construir discursos complejos – o, me conformo, no carentes de interés – a partir de ports o remasters siempre se me antojó difícil. Mira que he (hemos) entrenado en esta generación; mientras que la contemporaneidad de estos últimos meses me puso un Joy-Con en cada mano y me forzó a volver a las islas Lingshan de Crysis Remastered (donde aproveché para intentar confeccionar un brevísimo discurso sobre el videojuego como obra estática, pero perceptivamente mutable en el tiempo) y a las llanuras de Xenoblade Chronicles: Definitive Edition (sobre las que edifiqué un análisis basado en el valor del videojuego como prisma de estudio cultural), decenas de relanzamientos nos han acompañado esta generación desde que The Last of Us Remasterizado se encargó de abrirla allá por julio de 2014. Y casi como una casualidad buscada, como parte fortuita de una planificación milimétrica, ahora, a escasos meses de cerrar el ciclo de vida de PS4 y Xbox One, llega a nuestras tiendas Super Mario 3D All-Stars, y obliga al analista y al lector avezado (que entra en esta o en cualquier otra review buscando algo más que meras razones para comprar o ignorar el más reciente estreno del fontanero) a edificar un diálogo coherente y sincero sobre una propuesta extremadamente trillada, franca con su oferta de contenidos y con un potencial tremendamente divisivo; a pasar el examen [respectivamente, recomendación y juicio de compra] para el que, entre remakes experimentales y ports a Alexa, tanto se han estado preparando.
Y toca sentarse, y escribir.
No escribir sobre Mario, figura pintoresca donde las haya, que siendo ya parte del imaginario colectivo ayudó a cambiar de rumbo la industria (varias veces) para darle nuevas y más frescas juventudes. Eso sería redundante, y hasta un poco deshonroso por mi parte, porque no soy absolutamente nadie para hablar del rubenesco icono de Nintendo – ni siquiera he tenido aún el placer de disfrutar de clásicos recientes como Super Mario 3D World -; porque para ello ya existe gente extremadamente más capacitada que un servidor (nuestro compañero Gerard Carrera publicó hace escasos meses un extenso tributo sobre la franquicia, en el que pasa de puntillas por los tres lanzamientos presentes en el recopilatorio; os lo dejo en el margen derecho). Escribir sobre su aniversario, sobre la idea de gestar y oficializar un compendio alrededor de los que para muchos sean sus tres grandes éxitos, y sobre cómo una celebración ha acabado convirtiéndose en una guerra civil, como aquella boda que acaba en desastre tras el plantón ante el altar. Escribir sobre preservación, sobre la legitimidad de ejercer cambios de peso sobre un juego histórico, sobre marketing y sobre atemporalidad arrebatada.
Porque lo más doloroso no es que se haya dejado fuera a Galaxy 2, eterno candidato al podio de los mejores juegos de todos los tiempos; Dios sabe si por falta de tiempo, por desinterés o porque desde Nintendo aún tienen grandes planes para él. Tampoco que en los supuestos seis meses que ha durado el desarrollo de esta recopilación apenas se hayan realizado cambios de peso que justifiquen su compra por razones ajenas a la nostalgia y al descubrimiento de los clásicos; más aún cuando las siempre indeseables expectativas habían apuntado a un anuncio del calado de un remake completo de Super Mario 64 (y vale que sea intocable, pero considero que un selector de versiones como el de Another World: 20 Anniversary Edition nos habría ahorrado muchas de las guerrillas que hemos vivido estas semanas en redes sociales como Twitter). Lo más doloroso, al final del día, reside en la base de un problema transversal – y extensamente explotado aquí, en HyperHype – como el de la conservación del medio, y en cómo Nintendo, quien lleva años renegando de llevar una más que necesaria consola virtual a Switch, ha decidido poner fecha de caducidad [finales de marzo de 2021] a la adquisición de sus tres magnum opus como parte de una deleznable estrategia de marketing, volviendo a detonar las únicas posibilidades legales de disfrutar de sus propuestas y dejándonos únicamente con opciones poco lícitas para hacerlo pasada tal fecha.
Y duele y disgusta y sangra porque Super Mario 64, Super Mario Sunshine y Super Mario Galaxy son cultura del videojuego, objetos de estudio, que deberían de estar en museos dedicados al alcance de todos. Siempre tan honestos con sus premisas jugables y puestas en escena, es un tanto sórdido que a estas alturas ni siquiera nos resulte sorprendente el hecho de que la más vetusta de las entregas (la primera citada, con, en el momento de redacción de este artículo, 24 añazos a sus espaldas) siga siendo francamente divertida aún con sus más que obvios (y ya entrañables) problemas de cámara. Que las mecánicas y los diseños de los niveles de Sunshine, el que por relativo desconocimiento se coronará en muchos casos como la principal razón de peso a la hora de adquirir el pack, sigan antojándose en cierta medida como ‘revolucionarios’. O que Galaxy, la joya de la corona, siga teniendo una facilidad envidiable – casi incomprensible – para dibujar una sonrisa en nuestro rostro, ya sea a través de las simpáticas animaciones de sus personajes o en sus familiares expresiones (yo también utilizo ‘ponerse como el quico‘, Destello Glotón).
Super Mario 64 [resolución original a 4:3]: 960 x 720 en dock, 960 x 720 en portátil
Super Mario Sunshine [resolución adaptada a 16:9]: 1920 x 1080 en dock, 1280 x 720 en portátil
Super Mario Galaxy [resolución original a 16:9; dinámica]: hasta 1920 x 1080 en dock, hasta 1280 x 720 en portátil
Como no podría ser de otra manera, dejando a un lado el igualmente polémico cuadro de resoluciones (que, en la práctica, es difícil tener en cuenta), cabe destacar – casi por obligación – que todo se mueve con cierta gracia y soltura tanto en la televisión como bajo el panel LCD de Switch, donde en concreto Galaxy parece haber encontrado un nuevo hogar, desenvolviéndose con una exquisitez y elegancia que harán las delicias de aquellos que disfrutaron de Odyssey en el metro o en la comodidad de su sofá. Mucho se podrá tachar al recopilatorio de ‘haber ido a lo fácil’, de no aportar nada nuevo o de haber puesto innumerables piedras en el camino de los fans acérrimos, pero a la hora de valorarse como un conglomerado de adaptaciones 1:1, es difícil encontrar ‘peros’ ante el trabajo de conversión realizado, ofreciendo experiencias disfrutables idénticas a las originales.
Clásicos (irónicamente) atemporales
Como oferta sincera y directa, no debería de existir polémica que rodee a Super Mario 3D All-Stars como producto más allá que la relativa a su naturaleza celebratoria; a su forma de celebrar el 35º aniversario del que, para muchos, es el icono de su infancia. Puede que, casi como un regalo de cumpleaños y como una forma de agradecer la fidelidad de los aficionados, Mario mereciese algo más, pero desde luego que su nueva manifestación configura una obra difícil de no recomendar, residiendo el único principal óbice para ello en la consideración del propio tratamiento que los encargados de la IP le están queriendo dar a la serie. Porque el legado de Mario es un legado atemporal, aunque irónicamente solo dispongas de seis meses para redescubrirlo. Porque Mario ha trascendido, y nunca quedará en el olvido, mas el hecho de que en algún momento tan solo quede relegado a ser una reminiscencia de tiempos mejores jamás debería de ser motivo de celebración.
Este análisis ha sido realizado con una copia para Switch cedida por Nintendo.