Eso sí, seguirán dando guerra
Las despedidas siempre duelen, y más cuando es un peso fuerte para la industria. Quizá Vlambeer no ha sido nunca un estudio muy prolífico que se diga, siendo su último juego de 2015 y aún esperando la llegada del siguiente, pero lo poco que ha dado ha sido excelente. Juegos como la saga Luftrauser, Nuclear Throne o Ridiculous Fishing son de sus juegos más famosos y profundamente divertidos, pero siempre hay que despedirse. Vlambeer ha anunciado su disolución en el día de su décimo aniversario, separándose así Rami Ismail y Jan Willem. Sus juegos siempre han sido caracterizados por un humor absurdo, una personalidad apabullante y un diseño exquisito. Sin embargo, en la industria han tomado caminos distintos, por lo que esa incompatibilidad ha llevado al cierre del estudio. Ismail lleva bastante tiempo centrado en la inclusión y la diversidad en la industria, mientras que Willem ha seguido adelante con juegos como Minit, más pequeñitos pero también peleones.
El primer juego del estudio fue Super Crate Box, juego en el que después se basarían joyas como Duck Game. El objetivo es coger el mayor número de cajas posible antes de que los enemigos nos maten, y en cada caja tendremos un arma distinta. El juego mezcla velocidad absurda con decisiones rápidas, y es tan adictivo y se hizo tan popular que lo relanzaron en Commodore 64. Tras esto, vinieron juegos como Serious Sam: The Random Encounter o Gun Godz, siendo este último un Doom-clone también simple pero frenético, donde cada bala cuenta y necesitas correr sin mirar atrás para conseguir todos los logros. Con esto llegamos a Yeti Hunter, un juego muy intenso que, sin interfaz de ningún tipo y con apenas gráficos nos sumerge en un bosque con una tormenta de nieve mientras buscamos al temido Yeti. Pocas veces he sentido tanto desasosiego como cuando cae la noche.
Y tras esto, Ridiculous Fishing, uno de los juegos más divertidos y absurdos que he tenido nunca la oportunidad de probar. Por desgracia, ahora mismo solo se puede jugar a través de iOS, pero en su día fue uno de los juegos más descargados. El objetivo es sencillo: tirar el anzuelo al mar lo más profundo posible, coger el máximo número de peces cuando suba y después dispararlos con toda clase de armas antes de que vuelvan a caer al agua. Con el dinero que ganemos, podremos comprar accesorios que nos harán la vida más fácil, como hilo más largo o un anzuelo triturador. Le siguió Luftrausers, un juego de aviación shoot ‘em up que mejora una versión anterior lanzada en Flash. La gracia de este juego es la posibilidad de poder moverse en todas direcciones, permitiendo así maniobras espectaculares mientras intentamos sobrevivir en el aire.
Un clásico instantáneo, al igual que su último título hasta la fecha: Nuclear Throne. Podría tirarme horas escribiendo sobre esta pequeña joya. Para aquellos que se lo perdieron, Nuclear Throne es uno de esos roguelike que demostraron hasta donde se podía expandir el género bullet-hell. Pillas un personaje, te lanzas al mapa, y a bajar pisos como puedas. Cada personaje cuenta con habilidades distintas y con armas que podrá ir cambiando según avance por el mapa, y obtendremos una mejora a cada piso limpiado. Y sí, es prácticamente el padre de Enther The Gungeon. El juego es sobresaliente no solo por su jugabilidad sino por la revolución que supuso dentro de la escena indie, un juego que nunca debe faltar.
Es hora de hibernar
La división de Ismail y Willem no es más que una pequeña huella en el camino, puesto que aún les queda mucho por recorrer. Sin lugar a duda, sus trabajos dentro de Vlambeer han supuesto un pequeño antes y después para la industria que será recordado durante mucho tiempo. Ultrabugs, su último juego aún en desarrollo, también saldrá bajo la marca del estudio, y cada uno seguirá creando proyectos por su cuenta, proyectos a los que no habrá que quitar el ojo. Echaremos de menos al oso.