Fantasy Land: un mundo tan bello como extraño
Space Harrier, ese es el nombre que recibió esta recreativa de Sega de 1985, nombre que parece que no encaja si lo comparamos con la colorida y extraña ambientación que vemos en pantalla, pues parece evocar en un principio algún tipo de aventura espacial bélica. No es así, pero todo cobra sentido al conocer la historia de su desarrollo, y es que la idea original nos ponía a los mandos de un caza del ejército, en lo que hubiera sido un juego de temática militar, idea que sería descartada por limitaciones técnicas de la época, pero que Yu Suzuki y su equipo retomarían en el posterior After Burner (Sega, 1987). Ciertamente en Space Harrier, y es algo de agradecer, la ambientación es de todo menos convencional, en una amalgama de inspiraciones que terminan por dibujar un título de lo más reconocible.
Este juego de disparos sobre raíles vendría precedido de otro éxito de Suzuki como fue Hang On (Sega, 1985), del mismo año, y que iniciaría una corriente de máquinas recreativas de gran tamaño, que buscaban una mayor inmersión del jugador, y que se conocerían en Japón como “Taikan” -algo así como “sensación corporal”-. Ya os hable de Out Run en el anterior capítulo de esta serie, y la verdad es que la máquina de Space Harrier no es para menos, con un mecanismo hidráulico para simular el movimiento y un joystick para controlar al piloto. El motor gráfico super scaler tan característico de la Sega de aquella época vuelve a hacerse cargo de mover todo lo que vemos en pantalla y aporta esa sensación de velocidad tan difícil de igualar por otros títulos, que aquí se traduce en un juego de disparos frenético.
Si en el tributo a Outrun os hablaba de la belleza del viaje, y de como sus transiciones parecían producto de un sueño, aquí todo lo que vemos en pantalla parece fruto de una iniciación lisérgica. Lo cierto es que toma inspiración de la película que adapta La historia interminable (Wolfgang Petersen, 1984) y de los animes Súper Agente Cobra (Osamo Dezaki, 1982) y Gundam (Yoshiyuki Tomino, 1979), y es cierto que es algo que podemos apreciar a lo largo del juego, pero esta inspiración se moldea y representa de tal manera que en ningún momento pensaremos estar ante una obra clónica, porque nada más lejos. Su mundo resulta al final muy atractivo por raro y colorido y mientras perseguimos el horizonte sobre su icónico suelo con diseño de ajedrez podremos contemplar sus bellos entornos tridimensionales poblados de mamuts de un solo ojo, setas, mechas, tetraedros y otros engendros poliédricos, culminando los niveles con enormes jefes finales. Toda una mezcla de criaturas de fantasía con robots y ciencia ficción.
Sus escenarios son sencillos y hacen un uso de colores fuertes en ocasiones, mezclados con tonos pastel, en un atractivo resultado como decía, pero que crea con su vacío una atmósfera que evoca un futuro desolado, en el que lo orgánico se mezcla con la tecnología para amenazar a una humanidad que parece sentirse muy pequeña y ha buscado refugio. Así nos sentimos a los mandos, con la sola ayuda de una mochila de propulsión y una pistola, contra unas incansables oleadas de enemigos que parecen salidos de una divertida pesadilla espacial pop. Colores, velocidad y unos sprites de gran tamaño para la época hacen que – como en otras obras de Yu Suzuki – el viaje se sitúe a la par que lo jugable en importancia, aunque es cierto que a diferencia de los juegos de conducción el frenetismo que aportan las constantes amenazas hace que no podamos estar tan pendientes de admirar las imágenes. Lo bueno es que ahora podemos disfrutarlo y rejugarlo una y otra vez sin gastar monedas, así que podremos tomárnoslo de manera más relajada y pararnos más a observarlo.
A la atmósfera general contribuye la banda sonora compuesta por Hiro Kawaguchi, que ya había trabajado en Hang On y que quedaría inmortalizado gracias al posterior Out Run. La banda sonora de Space Harrier no es tan recordada como la del juego del Ferrari, pero sin duda merece más de una escucha, pues si no llega al nivel de esta se le acerca. Ciertamente, el conjunto del juego consigue con creces su cometido de trasladarnos a ese set de ciencia ficción que propone y de brindarnos unos intensos minutos de acción sobre raíles, en una adictiva experiencia que se ve mejorada si la vivimos en su mueble original, pero que podemos disfrutar en casa gracias a los múltiples recopilatorios que han ido apareciendo a lo largo de los años.
No solo en estos recopilatorios disponemos de Space Harrier, pues, como era habitual en la época, las conversiones a sistemas domésticos no se hicieron esperar. Como siempre hay mucha disparidad en las mismas, y es que en ocasiones se hacían grandes esfuerzos por encajar una obra popular en un sistema cuyo hardware estaba a años luz de la recreativa. Es el caso de los ordenadores personales, con unas versiones de Spectrum, Amstrad o Comodore 64 muy meritorias pero que se quedaban lejos de trasladar la magia de la recreativa original. Si que podemos retener gran parte de la esencia del Space Harrier original en su versión para Master System, muy conseguida y que, aún con su horizonte monocromático debido a las evidentes limitaciones, nos traslada de gran manera a Fantasy Land. También muy conseguida esta la versión para la ocho bits de Nintendo (si, para NES).
Ya para encontrar una versión totalmente fiel tendremos que esperar al recopilatorio Sega Ages de Saturn, y después volveremos a verlo en Dreamcast, dentro de Shenmue (Sega, 1999). Llegados a este punto ha aparecido en multitud de sistemas más que no voy a pararme a listar, pero que van desde Game Boy Advance a las consolas modernas. Tal es la popularidad e influencia de este juego que figuras como Hideki Kamiya han dicho que fue su inspiración para dedicarse al desarrollo de videojuegos e incluso en Bayonetta podemos ver un claro homenaje.
Space Harrier fue el juego que inspiró a Kamiya a dedicarse a los videojuegos
Space Harrier es Sega, y es una Sega que creo que se echa mucho de menos, original, creativa y divertida. Vemos en Space Harrier cómo un juego que en su concepción iba a moverse en un set militar pasó a uno de ciencia ficción, y no uno genérico, sino uno cuyos suelos de cuadros y extravagantes enemigos quedarán siempre en nuestra memoria. Libertad creativa en su máxima expresión.
Los oníricos mundos de Yu Suzuki – VOL. I Out Run