Los cambios exigen adaptación
Son muchos años ya siguiendo el que, hasta día de hoy, sigue siendo el evento por excelencia en la comunidad internacional de videojugadores. Esta edición, a mi juicio, ha mantenido el tipo ante la lluvia de críticas que parecían llegar los días previos. La ausencia de Sony ha dado mucho de qué hablar, al igual que sucede con otros títulos de los que se esperaba tener algún avance. Particularmente, mi niño interior ha echado en falta información sobre Beyond Good & Evil 2, aunque era algo que se sabía con anterioridad.
Un problema para la feria angelina y, en general para cualquier gran evento de la industria es, como apuntaba mi compañero Carlos Sánchez hace unos días, la anticipación a base de filtraciones. La capacidad de sorpresa se ve altamente reducida y el desencanto toma el trono en un evento que debería regirse más bien por el anhelo y la ilusión. Anteriormente, el concepto predominante era el de presentar las novedades en las conferencias previas y ampliar información durante la feria en sí misma, para los asistentes y la prensa, que se encargará de divulgar las novedades. Cuando no existe esa sorpresa, el formato se reduce a una semana en la que se amplían contenidos sobre anuncios anteriores. Las filtraciones llevan sobresaliendo años, pero estas no son el único hándicap al que se ha enfrentado el evento en la actual edición. Es evidente que nos encontramos en una etapa de transición hacia la próxima generación de consolas. Project Scarlett, sin ir más lejos, tiene previsto su lanzamiento, en teoría, para navidades de 2020. Es de suponer que Sony trabaja en su próxima consola para unas fechas similares, por lo que es muy probable que en el próximo E3 veamos información de ambas, ya de forma definitiva. Mientras tanto, la competencia con Stadia por un servicio de streaming que triunfe se está tornando feroz.
El cambio generacional implica varios problemas. Las compañías no pueden arriesgarse a jugar sus mejores cartas antes de tiempo y preparan sus mejores IPs para la venidera nueva generación. Por ende, es ciertamente comprensible la ausencia de Sony. Al no tener nada presentable con lo que ser capaces de rellenar una conferencia completa, han optado por la vía fácil. Esto puede perjudicar al gigante nipón, pero quizás sean capaces de compensarlo y tengan sorpresas en mente. Microsoft, por su parte, ha optado por aprovechar su amplia cartera de indies, a excepción de varios triples a, dejando de lado Halo Infinite, como título de salida para su nueva consola. Es una apuesta que quizá debió plantear Sony con su futuro God of War (por poner un ejemplo), pero no conocemos las condiciones en las que se encuentran y parece que se han inclinado por la elección más segura.
Para muchos ha sido una de las ferias más soporíferas que se recuerdan, pero hay quien se ha ilusionado y ha disfrutado enormemente de los anuncios.
La conferencia más criticada en líneas generales ha sido la de Bethesda. El empeño de la compañía de Todd Howard con Fallout 76 no cesa y la ausencia de The Elder Scrolls VI ha dejado a muchos fans con mal sabor de boca, teniendo que contentarse con otras alternativas dentro de este universo. Por suerte, el esperado Doom Eternal cerró la conferencia con una excelente demostración de gameplay, algo bastante ausente en todas las presentaciones, que se han dejado llevar por el uso de las cinemáticas. Esto se ha convertido en un clásico. Si vemos material jugable, es posible que a la salida del juego haya sufrido cierto downgrade. Por ende, los estudios no se arriesgan a enseñar sus posibilidades antes de tiempo, dejándonos con simples teasers cinemáticos que, en ocasiones, no tienen ningún valor.
Pero, qué derrotistas somos, ¿verdad? Es cierto que para muchos ha sido una de las ferias más soporíferas que recuerdan, pero hay quien se ha ilusionado y ha disfrutado enormemente de los anuncios. Hay una tendencia positiva en la industria: la, cada vez más manifiesta, presencia de títulos y estudios de carácter independiente. Sin estas jornadas, cabe la posibilidad de que pasaran desapercibidos en la comunidad, que no está siempre atenta a todo nuevo lanzamiento, sobre todo cuando hablamos de pequeños proyectos. Por si fuera poco, los desarrolladores juegan también su papel en las conferencias. Ikumi Nakamura, por poner un ejemplo, es la directora creativa de Ghostwire Tokyo y se ha convertido en un ídolo de masas por su naturalidad, alejada de discursos desganados mirando a cámara y mucho más próxima al carácter humano, del que tanta visibilidad hace falta en el entorno empresarial videolúdico.
¿Tiene sentido un E3? La respuesta queda a juicio de cada uno. En mi caso, apostar por un acontecimiento que permite proyectar tendencias positivas para la industria es algo acertado. Sí, estamos en época de cambio, pero esto no implica la muerte absoluta del formato, simplemente una transformación. Al final, pese a las filtraciones, muchos se han emocionado con la secuela de The Legend of Zelda: Breath of the Wild (entre otros). Quizás baste con cambiar la forma que tenemos de ver un evento que, evidentemente, no podrá contentar a todo el mundo, pero puede servir como altavoz para llegar a cuanta más gente, mejor. Conocidos míos, que no profesan pasión por esta afición como yo, se han encontrado con un Keanu Reeves sorprendente, gracias a su pico de popularidad en redes. Con ello, a pesar de tener escaso interés por la industria, se han interesado en Cyberpunk 2077 y, al leer algo más, en títulos como Star Wars: Jedi Fallen Order o Borderlands 3 (para este último me han propuesto acompañarlos de forma cooperativa). Un evento que consigue atraer a público externo y, a su vez, tiene utilidad para su propia comunidad, merece un voto de confianza.