La compañía nipona estrenará duras políticas con respecto al contenido sexual

Qué modernillos son los de Sony. Tras lanzar en Europa su servicio de juego en streaming PlayStation Now y anunciar la perpetuación de su apoyo a la realidad virtual a través de su dispositivo PS VR, hace menos de 72 horas dieron a conocer los primeros detalles sobre PlayStation 5, un hardware que recibiremos, a todas luces, a finales del año que viene, y que llegará acompañado de características tan esperadas como la retrocompatibilidad o la fluidez de carga inherente a los discos duros SSD. Soportará contenido en 8K, tendrá una CPU basada en la tercera generación de AMD Ryzen y hará gala de una GPU de Radeon personalizada, compatible con RayTracing. Cuánto número, cuánto concepto. Qué guays son en Sony, y cómo nos miman. Al menos, de puertas para afuera.

Como absoluto protagonista mediático, el ecosistema PlayStation, a través de diferentes directivos y representantes, nos ha estado dejando durante estos últimos días varias declaraciones y entrevistas que han arrojado luz a los planes de futuro de la marca, entre los que se han incluido los primeros detalles de la consola de próxima generación, que, a través de grandes titulares sensacionalistas, han opacado prácticamente cualquier otra información lanzada al respecto. No obstante, en mitad del fragor de esta guerra del clickbait, medios como The Wall Street Journal han publicado artículos francamente interesantes que nos han permitido descubrir cómo la entidad tiene planes para censurar tanto como esté en su mano los títulos para adultos que llegan día tras día a nuestras tiendas, estrenando duras políticas con respecto al contenido sexual. Se trata de un proceso que, aseguran, ya ha comenzado (pues ya se han enviado los respectivos comunicados, al menos, a los estudios first y second party), y que se perpetuará durante los años venideros con tal de “no interferir en la niñez y en el desarrollo de los más jóvenes“, así como para reflejar el cambio de mentalidad en la sociedad occidental con respecto al rol y el papel de la mujer. Una buena excusa, desde luego, pero que, a poco que se explore, se antoja insuficiente.

PEGI

Vivimos tiempos difíciles para el medio. Mientras millones usuarios, desarrolladores y periodistas luchamos día tras día por la liberización del mismo y por su consideración popular como arte, muchos otros parecen esforzarse, de una forma terriblemente desalmada e irresponsable, en su prohibición, censura o malinterpretación. Es una situación jodida, sí, pero por ello precisa de raciocinio y de una actuación ejemplar por nuestra parte. Sony, al cuidar su imagen internacional, está aplicando restricciones excesivas de las que ya hemos sido testigos en el pasado, y eso no deja de hacerle un flaco favor a una industria que, lejos de normalizar los desnudos y el amor romántico, sufre y padece una tolerancia cero que le ciega y le imposibilita cada vez más diferenciar entre lo artísticamente bello y lo grotescamente ofensivo.

Entiendo que, dadas las recientes polémicas que hemos experimentado de primera mano – y especialmente tras el movimiento #MeToo -, Sony prefiera atajar con el problema de raíz cuanto antes, dejando de acoger títulos de estas características tanto en su tienda digital como en su consola. Creo seriamente que, desde un punto de vista empresarial, es comprensible, pero también pienso que es matar moscas a cañonazos. ¿Para qué está el sistema de clasificación por edades? ¿Para qué sirven los ingentes avisos que se muestran en carátulas, tráilers y pantallas de inicio? Y, si el problema realmente reside en el público más infantil, ¿para qué coño están los padres?

Al final del día, acaba siendo responsabilidad de todos no solo hacer todo lo posible para impedir a nuestros allegados disfrutar en un momento quizás demasiado temprano de determinadas propuestas, sino también de reivindicar las posibilidades del videojuego como medio de expresión y permitirle, por tanto, tratar temas tan diversos como se requiera. Pese al apuro social y a su incomprensible tabuización, tanto el amor como el sexo forman parte de nuestra vida cotidiana: permitamos que, como tantas otras cosas que lo hacen, se escriba, se lea, se dibuje, se hable y se juegue sobre ello.