La diversión ante el realismo
Durante mi adolescencia obtuve una PlayStation 2 y, junto a ella, una colección de 10 juegos -pirateados, he de admitir -, entre los cuales estaba Grand Theft Auto: San Andreas. Lo único que había jugado de la saga de Rockstar Games previamente había sido GTA 2 en mi PlayStation 1, juego con el cual no establecí realmente ningún vínculo; era divertido, pero su dificultad era insana. Podías morir de un sólo golpe de un policía; si estos te perseguían y andabas a pie, cabía la posiblidad de ser arrollado en cualquier momento casi sin previo aviso dada la alta velocidad de sus vehículos y las limitaciones que tenía la entrega dada su vista cenital. Además, el enfoque del juego era muy obtuso para mi yo de esa época, teniendo que hacer misiones para uno de los tres jefes de las distintas mafias, ganándose lentamente el respeto de sus miembros mientras te volvías cada vez más odiado por las otras. Las misiones se encontraban por casualidad más que nada y, de nuevo, la dificultad era un muro demasiado alto para que yo lo pudiera sobrepasar. En cambio, prefería jugar a Driver 2, que tenía un enfoque similar de mundo abierto, pero más aterrizado y, afrontémoslo, técnicamente muy superior, llevando a la consola de Sony a su máximo.
De cualquier modo, con cierto recelo recibí a San Andreas, pensando encontrarme algo similar a GTA 2, puesto que no sabía nada del título con anterioridad. Así que un día, puse el DVD en la consola y, en, ese momento, comenzó mi historia con una de mis sagas preferidas. Prácticamente atónito vi la introducción de Carl Johnson llegando a Los Santos para asistir al funeral de su madre, cuando es interceptado por tres miembros del C.R.A.S.H. -la unidad anti-pandillas de la ciudad-, liderada por Frank Tenpenny,un policía sucio que ya tenía un historial con nuestro protagonista que, nada más ni nada menos, arresta a CJ sin motivo, le quita el dinero y lo deja en territorio pandillero enemigo. Ahí es cuando comienza la aventura, robando una bicicleta para llegar a casa, escalando progresivamente hasta misiones en las que por ejemplo, atravesaremos un cartel publicitario con un auto, escaparemos de un camión por las alcantarillas, al más puro estilo Terminator 2, asesinaremos a un testigo protegido por el FBI, robaremos un Jetpack de una base militar y un caza, entre muchas locuras y humor ácido e irónico.
La era dorada
Estaba totalmente fascinado por el mundo de posibilidades que entregaba GTA, desde controlar el peso, teniendo que ingerir comida cada cierto tiempo sino queríamos morir de hambre, comprar ropa de diferentes estilos y precios, variando según el barrio de las diferentes ciudades que, ya que las mencionamos no son ni más ni menos que tres en total. Los Santos, San Fierro y Las Venturas, cada una siendo una representación de Los Ángeles, San Francisco y Las Vegas. Con extensos campos y un desierto para separarlas para evitar las pantallas de carga, así fue como se construyó el mapa más grande de cualquier vídeo juego hasta la fecha y, aún ahora, 15 años después, sigue siendo un referente.
Pero mi historia con la aclamada franquicia de Rockstar Games no terminó ahí, rápidamente me hice con Grand Theft Auto III y Vice City, siendo ambos tan diferentes de San Andreas como entre ellos. Si bien el primero de estos era claramente el más limitado, poseyendo alrededor de un cuarto del total de vehículos que tenía San Andreas, con un mapeado más limitado, sin motocicletas ni vehículos voladores ni de agua, la verdad es que tenía su propio encanto. Liberty City, ciudad en la que se ambienta GTA III y que está inspirada en Nueva York, siempre ha sido mi ciudad favorita de la saga. Llegando al punto que, en su tiempo, me podían mencionar un distrito X y yo sabría llegar sin problemas. Desde las pandillas, el barrio rojo y la zona dominada por una mafia italoamericana de Portland, pasando por las amplias calles y los vehículos más lujosos de Stanton Island y llegando a Shoreside Vale, isla dominada por el cartel colombiano cuyo líder no era nada más ni nada menos que Catalina, una ex novia de CJ y de Claude Speed, el protagonista de turno, quien había sido traicionado por ésta y busca la venganza.
Sin dudas, éste era el título más difícil de la saga, influenciado aún por Grand Theft Auto 2 pero, a su vez, abismalmente diferente. Desde ya se podía distinguir la intención de crear una historia, por loca que fuese su ejecución, cada misión tenía un propósito -pequeño o decisivo- dentro del gran esquema de la historia de venganza de Claude.
Tras esto, vino Grand Theft Auto Vice City, el cual no sólo agregó aviones, helicópteros y lanchas, sino que fue el que logró crear la mejor ambientación que haya podido tener cualquier entrega de la saga y fue el primero en añadir casi puramente canciones icónicas de la época en la que se ambientaba, los 80s. Vice City, que te ponía en los zapatos de Tommy Vercetti, un hombre que pasó 15 años en la cárcel después que el jefe de la mafia de Liberty City, Sonny Forelli, le pusiera una trampa para deshacerse de él. Una vez fuera de prisión, le encomendan la misión de recibir un cargamento de droga de nada más ni nada menos que Victor Vance, de quien ya hablaremos, junto a su hermano Lance Vance. El trato, una vez más, era una trampa y ahora Vercetti le debe a su jefe mucho dinero, con su cuello en juego. Así es como empieza la historia de un don nadie y su camino sin paradas hasta la cima, convirtiéndose en el capo con más influencia en Vice City. Para demostrar su poderío a través de las mecánicas de juego, Rockstar Games creó la opción de comprar negocios, realizar una que otra misión para ellos y así poder cobrar parte de las ganancias permanentemente.
Pero esto no terminaría aquí, en la época que terminaba una y otra vez estos afamados juegos de mundo abierto, se creó el port de Grand Theft Auto Liberty City Stories de PSP a PlayStation 2, juego que nos traía una vez más a la ciudad inspirada en Nueva York, exactamente cuatro años antes de los acontecimientos de GTA III, donde encarnaríamos a Tony Cipriani y el cómo se abrió paso entre una de las mafias italoamericanas más grandes de la ciudad para convertirse en la mano derecha de Don Leone. Éste título, al igual que la tercera entrega de la saga, no cuenta casi no cuenta con canciones que no hayan sido creadas por Rockstar mismo, los vehículos aéreos tampoco se hacen presentes, pero las motos y los vehículos acuáticos siguen allí, junto con diferentes mecánicas adquiridas con cada entrega. Si bien fue un paso atrás -que, dentro de todo, es entendible pensando que el título provenía originalmente de PlayStation Portable-, las historias de mafias siempre han sido una de mis debilidades y, el poder encarnar a un capo en una Liberty City más pulida, eran razones suficientes para que el juego me atrapara de principio a fin. Punto aparte, el tema de inicio, de Danger Mouse, a mi parecer, es el mejor de la saga.
Un tiempo después, salió la última entrega de la saga Grand Theft Auto que vería no sólo PSP, sino también PS2. Estoy hablando de nada más ni nada menos que de GTA Vice City Stories, que, siguiendo un formato similar a la entrega anterior, ésta se ambienta en el Vice City de 1984, dos años antes de los acontecimientos ocurridos en el juego del mismo nombre. Aquí, encarnamos a Victor Vance -os dije que hablaría de él luego-, un hombre que entra a la milicia con el fin de tener dinero para pagar los medicamentos de su hermano menor, Pete, quien sufre de asma. Sin embargo, se ve rápidamente desilusionado de la milicia cuando conoce a su superior, Jerry Martinez, quien, en su primera misión, le encarga ir a recoger un paquete de droga y, al final, hace que lo echen. Éste hará las veces de antagonista, junto a los hermanos Mendez. Victor Vance, deberá abrirse paso entre la mafia de Vice City, cuidar de su incompetente hermano Lance y, al igual que Tommy Vercetti, construir su propio imperio, esta vez, con un sistema mucho más completo que permite elegir al jugador qué tipo de negocio quiere crear y deberá ir haciéndolos subir de nivel para que generen más ingresos. En este título vuelven casi todas las características perdidas en Liberty City Stories, como la habilidad de nadar, volar aviones y helicópteros, poseer música icónica de la época, entre otras.
Un manojo problemático
Esa fue la historia de cinco títulos que completé en múltiples oportunidades, en diferentes órdenes, a veces al 100% y a veces sólo la historia. Juegos que, puesto eran pirateados, tuve que comprarme en más de una ocasión porque se rallaban de tanto usarlos. Sin duda la saga Grand Theft Auto es la principal culpable de que no haya jugado muchos de los mejores juegos de la época, como Shadow of the Colossus, por poner un ejemplo, pero la verdad no me puedo arrepentir. GTA fue y será una de mis sagas favoritas, con sus historias alocadas, sus bugs hilarantes y su diseño pseudo caricaturesco.
Lamentablemente, con el fin de la era de la sexta generación de consolas, comenzaría, para mí, el declive de la saga. Jugué a GTA IV dos años después de su lanzamiento en PC, o sea en 2010. Estaba realmente impresionado por su realismo, sus físicas, su entorno y su historia -un poco- más aterrizada. Niko Bellic es un protagonista completo, complejo y una gran encarnación para la nueva generación de Grand Theft Auto. ¿Por qué digo entonces que comenzó el declive? Puesto que, sencillamente, el juego, si bien me gustó bastante, no producía aquella sensación única que me daban sus predecesores. La historia de Niko sólo la volví a jugar una vez más, y bastante cansado hacia el final de ésta. El juego no me llamaba para iniciarlo por un rato, producir caos y escapar de la policía solo por los loles. Un título más realista no sólo significa un avance, sino también una pérdida de diversión pura y dura. Esa sensación casi de arcade que daban los GTA de la generación anterior se había cambiado en un intento de madurar la saga, lo que fue un fallo para Rockstar, puesto que, en su siguiente título, tratarían de dar un paso atrás y volver a la locura con Grand Theft Auto V.
Y si bien lo hicieron, volviendo el sistema de manejo de vehículos más simple, con una historia más alocada y miles de pequeños pulidos tanto en el sistema de armas, como de mejora de vehículos, la inclusión de tres protagonistas y un eterno etcétera, todavía faltaba aquella sensación. Quizá no es culpa de Rockstar; quizás yo envejecí mucho para la saga. Y no es que la haya dejado de disfrutar, sino que, al igual que con la cuarta entrega numerada, GTA V no me llamaba para perder el tiempo un rato, o revivir su historia y el online fue algo que captó mi atención por un tiempo pero que luego no pude volver a retomar.
El cierre de un ciclo no significa el fin
Si bien estoy atento a un próximo GTA VI o como quieran llamarlo, puesto estoy seguro que lo disfrutaré con creces, sé que no será lo mismo que con las entregas de la sexta generación de consolas. Yo he cambiado y la saga también y eso está bien. Quizás esos tiempos en los que perdía incontables horas escapando de la policía o haciendo el tonto el cualquier sub misión sin importancia, pero los recuerdos quedan e, incluso, el sólo escuchar una canción me hace querer volver a recorrer las largas calles de Vice City, o los peligrosos barrios de Los Santos, tal vez intentar hacer volar la avioneta con las alas cortadas del aeropuerto de Liberty City, quien sabe.