Respeto y madurez
Desde la mera concepción del medio, el manganime siempre ha contado con una fuerte representación dentro del mundo de los videojuegos. Tampoco debemos de irnos muy lejos para comprobarlo, ya que durante esta última década, mismamente, hemos podido hincarle el diente a innumerables propuestas basadas en la obra de Akira Toriyama, Dragon Ball, ostentando algunas de ellas una calidad inmensa. Lo mismo ha ocurrido con Naruto – cuya subsaga Storm ha sentado cátedra dentro de los juegos de lucha en tres dimensiones – y hasta con obras menos conocidas de la talla de Danganronpa o Steins;Gate, habiendo llegado estas dos piezas al mundo del ocio interactivo a través de diversas novelas visuales extremadamente fáciles de recomendar.
Por el camino, sin embargo, nos encontramos con determinadas franquicias que no han corrido la misma suerte. Una de ellas es One Piece, que, si bien no ha tenido miedo a experimentar durante todo este tiempo con géneros tan variopintos como el musou, el RPG o la lucha 3D, siempre ha acabado manteniéndose lejos de la excelencia, protagonizando usualmente aventuras poco inspiradas o, en el caso de la acción directa, repetitivas hasta la saciedad. Ante este panorama, Bandai Namco y Ganbarion (responsables de llevar, en esta ocasión, la obra de Eiichiro Oda a nuestras consolas) han querido dar un giro de 180º al planteamiento que se había seguido hasta ahora para ofrecernos, como parte del 20º aniversario del manga, una obra de mundo abierto en la que tendremos total libertad para recorrer una gigantesca isla a placer. Una obra necesaria, al fin y al cabo, que deja patente el compromiso de la distribuidora con la saga y que busca, de una vez por todas, ofrecer a los fans acérrimos esa experiencia de piratas que tanto tiempo llevan buscando sin aparente éxito.
Por esta misma razón, por esta fidelidad tan buscada, es por lo que, pienso, se ha puesto tantísimo énfasis en el apartado visual de la entrega. Si bien el juego aún se encuentra en claro desarrollo (posteriormente hablaremos de ello en más detalle), lo cierto es que la propuesta luce de maravilla, transmitiendo esa magia a la que tan acostumbrados nos tiene el anime. Sí, los escenarios, de momento, se encuentran bastante vacíos, el frame rate es excesivamente inestable y las texturas son algo más pobres de lo que nos gustaría admitir, pero determinados modelados y animaciones son tan amables con el producto original que nos es imposible no perdonarle, de momento, estos fallitos que, esperamos, se corrijan de cara a la versión final del juego. Nos encontramos ante un juego que respeta, y mucho, el trabajo del que parte, y por ello concibe con relativa facilidad momentos muy memorables, repletos de sonidos originales del anime y de efectos visuales que no dejan de recordarnos que nos encontramos ante un juego de la saga One Piece.
Es una auténtica pena que, a causa de su temprano estado, no hayamos podido disfrutar del conjunto tanto como nos habría gustado, y es que esta crudeza se transmite fácilmente de lo audiovisual a lo jugable. Más allá de lo desangelado del mapeado, ciertos sistemas de los que el juego pretende hacer gala, tales como el relativo al sigilo y a la infiltración, sentimos que están ‘a medias’, siendo menos divertidos de lo que deberían. Gran culpa de ello recae sobre la inteligencia artificial enemiga, que esperamos que se pula de cara al lanzamiento final, ya que rara vez es alertada sobre nuestra presencia antes de que decidamos comenzar un combate contra la misma. Estos puntos negativos, que no dudamos que se vayan a ver solventados durante los próximos meses, reducen nuestras posibilidades en el combate a machacar los mismos botones de siempre para darnos de tollinas con nuestros rivales, y si bien este tampoco es un mal plan para el usuario debido a lo pulido que está el sistema de combate, puede que no sea la mejor idea a la hora de encarar un sandbox de, seguro, más de 15 o 20 horas de duración, dada la facilidad con la que resultaría caer en el tedio.
Al menos, es interesante ver cómo el núcleo jugable funciona, pese al gran trabajo que aún tienen los desarrolladores por delante. A la hora de lanzarnos a la batalla, contaremos con diversas herramientas a nuestra disposición, pudiendo estirar nuestro brazo elástico de una manera muy orgánica para realizar diferentes tareas. Podremos, por ejemplo, trasladarnos fugazmente de un punto a otro dando grandes saltos propulsados, así como utilizar nuestro brazo a modo de arma a larga distancia – en cuyo caso la cámara pasará a posicionarse sobre el hombro del protagonista, Luffy, adentrándose en una vertiente digna del third person shooter -. De la misma manera, podremos ejecutar diversos combos cuerpo a cuerpo y técnicas de todo tipo para acabar con aquellos rivales que osen posicionarse cerca de nosotros.
Buenas ideas, que, por supuesto, todavía deben de replantearse y acicalarse. Entre los elementos a pulir, podemos hallar un tiempo bala – que se produce cuando esquivamos los ataques de los rivales en el último momento – demasiado breve, y un comportamiento de los brazos del personaje algo extraño. No tiene mucho sentido que, por ejemplo, precisemos de un objetivo concreto para hacer uso de las enormes opciones de movilidad que nos brindan nuestras propias articulaciones – debiendo de contar con un enemigo o mobiliario visible para transportarnos hasta él -, pero, al menos de momento, así es. Afortunadamente, los chicos de Ganbarion todavía tienen mucho tiempo para revisar todo lo comentado al respecto, y el que juego, tras un necesario retraso, no llegará a nuestras PS4, Xbox One y PC hasta el próximo año 2019. Esperemos que por entonces, más allá de haber revisado las citadas carencias, hayan trabajado en un buen diseño de niveles, en una historia capaz de contentar a los fans y en una amplia variedad de contenidos, puesto que solo así lograrán hacer de esta prisión voladora un mundo abierto que merezca la pena recordar.