Panes y peces
MercurySteam es un estudio español con mucho talento. Tanto, que reconocidas editoras y productoras como Konami o Nintendo han llegado a depositar su confianza en la susodicha compañía en más de una ocasión, brindándonos propuestas de corte realmente notable como Castlevania: Lords of Shadow y Metroid: Samus Returns; propuestas que, más allá de cosechar un éxito considerable entre la crítica especializada, no tardaron en hacerse con el público poco después de su debut. Por ello, es una auténtica pena que su última apuesta por el shooter online en tercera persona, Raiders of the Broken Planet, no haya recibido la misma acogida, tratándose de un proyecto firme con buenas mimbres al que le ha faltado apoyo, ambición y mucho marketing.
Es por ello que, cuando el pasado lunes 23 de enero la compañía desarrolladora anunció el renacer del proyecto, no pude esperar ni un segundo para expresar mi alborozo a través de las redes sociales. Con una fecha de estreno estimada para el próximo 23 de agosto (dentro de un mes exacto), la experiencia Riders pasará a convertirse en una experiencia free-to-play completa, coincidiendo con el lanzamiento de la cuarta campaña descargable El Apocalipsis del Concilio – que incluye cuatro nuevas misiones únicas y un nuevo personaje reclutable, la fría y calculadora Valeria -. Dicha expansión dará el pistoletazo de salida a la vida de Spacelords, que es tal y como se conoce a esta versión 2.0 que, desde luego, está muy lejos de ser una actualización más para Raiders of the Broken Planet.
Las diferencias en todos los aspectos van tan allá que, en palabras del estudio, “la mejor forma de comunicárselas a nuestros jugadores es invitando a todo el mundo a experimentar el nuevo Spacelords este 23 de agosto“. Desde luego, hincarle el diente, ya sea de forma reincidente o por primera vez, merecerá la pena, y es que, más allá del nuevo enfoque, todas las campañas descargables lanzadas hasta ahora pasarán a estar disponibles de forma totalmente gratuita, incluyendo nuevas secuencias y cambios a nivel jugable, fruto de las demandas de los jugadores. En este sentido, me parece necesario destacar el compromiso de la empresa por recompensar a aquellos jugadores que en su día pasaron por caja y se hicieron individualmente con una o más de las citadas experiencias, ofreciendo a este nicho de usuarios contenido de calidad completamente exclusivo, al que nadie más tendrá acceso. Esperemos, eso sí, que dichas recompensas no presenten unas capacidades inalcanzables de forma relativamente asequible por los nuevos jugadores.
Tratando de empatizar con el estudio dentro de mis posibilidades, creo firmemente que este cambio, pese a lo que a priori pueda parecer, ha debido de ser difícil para la compañía. Desconozco la base de usuarios actual de Riders, pero, en cierta manera (y entre muchas comillas), “traicionar” al usuario fiel – aquel que ha pagado sus diez euros campaña tras campaña – con tal de intentar llegar a un nuevo nicho de mercado, aún a sabiendas del probable enfado y posterior abandono del primero, no ha tenido que ser una decisión fácil. Por ello admiro al estudio, que no solo ha sido capaz de realizar dicho cambio en la naturaleza del juego, sino que, además, ha pasado página alterando el nombre del mismo, y renunciando a prácticamente todos los logros y reconocimientos que, hasta ahora, recaían sobre el nombre de Raiders of the Broken Planet.
No en vano, el cambio de nombre me ha parecido todo un acierto. Como bien ha justificado la compañía, la partícula ‘Raiders’ únicamente hace mención a un bando específico del título, si bien dentro de su lore hay lugar para antagonistas y facciones humanas invasoras, que, ahora, quedan reunidas bajo un mismo paraguas. Por su parte, y como en el día a día ocurre con las personas, el hecho de contar con un nombre tan largo acababa dando lugar a que éste se recortase, perdiendo por el camino personalidad y capacidad identificativa. Spacelords, sin embargo, es conciso, amplio y original; un nombre fresco que se alza como un excelente punto de partida sobre el que comenzar a construir un título del que, esperemos, podamos seguir hablando y discutiendo durante muchos años.