Del paraíso del emprendedor al infierno del individuo atomizado
En la primera parte de este análisis de la utopía objetivista en la Rapture de Bioshock observábamos cómo se construía un sistema que pretendía ser una contestación categórica a los modelos asistencialistas de estado, aquellos que Ayn Rand y sus seguidores detestaban. Defendían la libre empresa hasta sus últimas consecuencias…por destructivas que fueran.
En Bioshock, para Ryan y sus adeptos, Rapture representa lo que ellos consideran la escapatoria de la mediocridad y la esclavitud estatal, y de todos aquellos “inmorales” que a su parecer acosan siempre a los potenciales Grandes Hombres. De hecho, en un momento dado de la historia, Ryan se dirige por radio al protagonista del juego, al que considera un enemigo de sus ideales, un parásito, y le espeta lo siguiente:
Esa idea del ser humano como destructor de las grandes aspiraciones la situaba Ayn Rand en el corazón del estado y no tanto en la naturaleza humana. Según la pensadora, la naturaleza humana y realista (objetiva) se guiaba únicamente por el interés individual, y por tanto tenía sentido que la sociedad se configurara alrededor del mismo.
En la propaganda de la megafonía que el jugador puede escuchar durante su partida se incluye una serie de diálogos entre dos personajes de ficción, Mary y Jim, en los que este último despeja las dudas que le surgen a Mary, y proclama “el estilo de vida de Rapture”:
- Mary: “Estoy asustada, Jim. La economía anda mal últimamente. ¿Por qué el señor Ryan no hace nada al respecto?”
- Jim: “Mira Mary, la naturaleza se mueve en ciclos, pero solo cuando buscamos nuestros propios intereses. Lo llamamos “La Gran Cadena”. ¿Estás segura de que quieres que Ryan o cualquier otro tire de ella por ti?”
- Mary: “Ahora lo comprendo. ¡La Gran Cadena nos sacará de este desastre! Solo tenemos que tirar de ella por nosotros mismos. ¡Vamos, te echo una carrera hasta las tiendas!”
La Rapture concebida por Ryan no posee un gobierno político al uso, ni es desde luego una democracia representativa o partidista, sino una suerte de corporación de notables, el Consejo, y tampoco posee ningún servicio público. La policía, los bomberos, el sistema sanitario e incluso la tecnología para el suministro de oxígeno (recordemos que se trata de una urbe submarina) están en manos privadas y forman parte del mercado interno de la ciudad. Están sujetas a las leyes de oferta y demanda de manera inmisericorde. Desde su fundación secreta en 1946, a unos doscientos metros de profundidad y a unas millas de la costa islandesa, Rapture experimenta un boom económico inicial sobrecogedor, y Ryan consigue reunir allí a decenas de las mejores mentes en sus campos: ciencia, industria y arte.
Artistas polémicos censurados en tierra firme encuentran su lugar en Rapture, al igual que científicos sin escrúpulos éticos o magnates ambiciosos perseguidos por los impuestos. Poco a poco, Ryan añade eslabones a su Gran Cadena, mientras condena el altruismo como la idea más dañina de la historia. Pero para mediados de los 50 el brillo dorado de Rapture empieza a deteriorarse y las vías de agua (metafóricas y literales) hacen acto de aparición.
Es precisamente a través de la falta absoluta de regulación económica y ética que el sector científico de Rapture comienza a aplicar descubrimientos genéticos sin igual de forma irresponsable y peligrosa, en pos de llegar hasta donde nadie lo ha hecho antes. Las reescrituras genéticas que permite el ADAM, una sustancia hallada por la fría doctora Brigid Tenenbaum (una colaboradora directa del infame doctor Mengele, huida tras la guerra), se convierten en objeto de inversión desmedida por parte del ambicioso Frank Fontaine. A pesar de los evidentes efectos devastadores y adictivos de los plásmidos y tónicos derivados del ADAM, comercializados sin traba alguna, y de los cuestionables experimentos con personas, Ryan deja muy clara su posición:
Es inevitable vislumbrar paralelismos entre esta situación y el debate sobre la legalización de las drogas, la clonación, los experimentos con células madre, la gestación subrogada y otros muchos temas que bullen en la actualidad política cada cierto tiempo, provocando las más acaloradas discusiones. A nivel electoral los partidos políticos suelen entender estos como clear-cut issues, es decir temas que suelen generar posiciones dogmáticas a favor o en contra, despojadas de matices o consideraciones profundas a la posición del otro, y con las que pueden diferenciarse fácilmente unos partidos de otros.
Uno de los detonantes de la guerra civil en Rapture entre Ryan y Fontaine será precisamente sus visiones antagónicas. Fontaine se convirtió en un principio en un magnate del negocio de la pesca, pero más adelante fundó Fontaine Futuristics y consiguió una extrema popularidad entre la clase más baja de Rapture al abrir una serie de refugios para desempleados y pobres. Con un discurso populista pero efectivo logra poner en contra de Ryan a buena parte de la población desclasada de Rapture.
Igualmente la psiquiatra Eleanor Lamb, otra mente brillante emigrada a la ciudad, apela a las ansiedades y carencias de sentimiento colectivo de los habitantes y crea entorno a sí misma una secta colectivista y mística denominada La Familia (referencia a la secta homónima que el asesino Charles Manson erigió a su alrededor). Tanto Fontaine como Lamb, uno desde el populismo punitivo y otra desde un psicoanálisis místico, condenan en sus discursos el individualismo extremo de Ryan, a pesar de haberse enriquecido gracias a su filosofía económica y política. De hecho Lamb, en un debate público con Ryan sobre religión en Rapture –está prohibida toda expresión pública de la misma o el proselitismo–, le acusa de hipócrita porque, a sus ojos, La Gran Cadena en la que cree Ryan es también un elemento místico.
Los conceptos de empatía o altruismo, contrarios al ideario del fundador, se convierten en fuente de subversión, atentados terroristas y, finalmente, de guerra civil. Precisamente tanto Ryan como Rand comparten ese desprecio por el altruismo:
Cimentándose en las ideas anarcocapitalistas (y objetivistas en último término) Ryan niega los conceptos de ente colectivo, bien común o estado de bienestar y equipara altruismo con genocidio y esclavitud. Esa beligerancia, en una Rapture que a pesar de su desarrollo inicial cuenta por miles a los pobres ahora (ya que no todos pueden ser ricos y los ricos necesitan sirvientes), produce un efecto rebote que lleva a la sociedad al colapso.
Paradójicamente, un mundo construido sobre la base del individuo que quiere escapar de la sociedad acaba siendo devorado por la propia sociedad. No resulta difícil ver ecos de las revueltas obreras que se produjeron durante los mandatos de Margaret Thatcher, quien fundamentó su discurso económico sobre la máxima: “No existe la sociedad. Sólo hombres y mujeres individuales, y familias”. La ausencia de equilibrio en discurso y acción entre ambas esferas inseparables, sociedad e individuo, le generó tantos o más problemas que al Ryan ficticio de Rapture. Voces dentro del propio Partido Conservador acusaron entonces a Thatcher de “vender el ajuar familiar” por sus radicales políticas de privatización.
Otro elemento fundamental para la configuración tanto del sueño de Ryan como de su pesadilla es la propaganda. En los mejores tiempos de Rapture se construye un parque de atracciones que sirve de lugar de entretenimiento y adoctrinamiento para los pequeños de la ciudad. Una voz guía la visita y muestra los “horrores de la vida en la superficie”, adornando las calles falsas con carteles que rezan cosas como Avenida de los Impuestos, Calle de la Guerra, Oficina de Censura o Bulevar del Estado de Bienestar. Todo con un afán crítico y aleccionador. En una de las paradas del recorrido la voz de Ryan afirma: “El parásito no hace nada por sí mismo. Sus herramientas son los impuestos que usa para arrebatarte lo que no se ha ganado. En Rapture cada uno conserva lo que es suyo”. Mientras, una enorme mano que simboliza el Estado desciende y atrapa a los que destacan para aplastarlos e impedir su progreso.
Podría decirse, sin embargo, que Ryan acabó encarnando aspectos que él mismo odiaba, contradiciendo su propia filosofía, y se tornó un místico intransigente de sus propias ideas. Esto pavimentó el camino a la tiranía cuando, con tal de derrotar la rebeldía de Fontaine (luego conocido como Atlas, tras una muerte fingida) , Ryan emprendió acciones liberticidas y juicios sumarios. Ayn Rand decía respecto a la mistificación de la realidad que:
Andrew Ryan, tras ordenar la implantación en Rapture de medidas de excepción y coerción social, como la pena de muerte, y preguntado sobre las potenciales vidas inocentes en peligro llega a decir:
La ideología objetivista propuesta por Ayn Rand rechazaba totalmente la violencia, excepto en defensa propia. Consideraba Rand que la fuerza era el recurso de los débiles en la lógica. Sin embargo en el modelo de aplicación práctica del objetivismo que presenta Bioshock nos encontramos con una deriva autocrática anti-libertaria evidente, y Ryan termina construyendo un estado corporativo propio entorno a Ryan Industries, haciendo uso de su poder para intervenir otras empresas rivales, justificar un regreso al orden establecido y subdividiendo a la sociedad en dos bandos irreconciliables de forma maniquea:
Es en ese instante en que, debido al salto desde el aprecio por el individuo como fin en sí mismo a un nuevo paradigma en que dicho individuo se convierte en medio para un fin, cuando el totalitarismo que tanto temía el fundador de Rapture se hace realidad con tanta violencia como los regímenes fascistas y comunistas de la superficie. La implosión del modelo utópico/distópico se produce y acaba, tras los acontecimientos del primer videojuego, con la muerte del propio Ryan y el olvido de Rapture, enviada al cementerio de las muchas utopías humanas fracasadas. Como una especie de Titanic, repleto de arrogancia, fanfarria y optimismo tecnológico, el sueño de un hombre que lo quiso todo se estrella finalmente contra la indomable realidad y yace para siempre, inerte, en las profundidades del océano.
“El hombre elige, el esclavo obedece”, le dice Ryan al jugador en una escena memorable. Pero al final, Ryan y sus ciudadanos caen, esclavos de una lucha implacable e imposible contra la propia naturaleza humana y, por tanto, contra sí mismos.