La enseñanza a través del trauma
Antes de comenzar –y si no queda suficientemente claro dado que este texto está marcado como un avance y no una crítica como tal–, siento la obligación de mencionar que The Lies We Tell Ourselves es un juego episódico del cual sólo ha salido el primero de tres, así que es posible que muchas de las cosas que no me gustaron del juego –que son hartas–, se arreglen, o al menos justifiquen, en los próximos capítulos. Eso sí, pienso que si un juego sale en este formato –y más aún teniendo en cuenta que no hay una fecha establecida para el segundo capítulo–, debería considerar cada uno de estos como una entidad separada de la obra como un todo y dejar satisfechos a los jugadores, sobre todo en cuanto a los temas que trata (y ya hablaré de esto más tarde y donde espero que entiendan el porqué era tan importante que el primer capítulo haya cerrado algunos hilos). Eso sí, el final planta una semilla lo suficientemente interesante para hacer que el jugador se intrigue con la historia y, en el mejor de los casos, quiera jugar al segundo capítulo.
Un PT-like estándar
Mucho he hablado en esta web sobre lo decepcionantes que me parecen los juegos que beben de PT, no sólo porque, una vez habiendo jugado unos cuantos de ellos, se sienten terriblemente formulaicos y llenos de tropos que se repiten una y mil veces, sino que además no suelen ofrecer alguna característica de suficiente calidad para, al menos, subsanar lo poco originales que son.
Lamentablemente The Lies We Tell Ourselves no es una excepción a esta norma y cae en la misma trampa de contar una historia simple de manera críptica con el solo fin de crear la ilusión de que posee una falsa profundidad y para alargar la narrativa a través de todo lo que dura la experiencia. Al mismo tiempo, paradójicamente, el juego tiene momentos en los que expone la trama contando de qué trata el juego en vez de mostrárnoslo, probando una vez más lo importante que es la regla de tell, don’t show en las narrativas de ficción, sobre todo por lo pesadas que se hacen estas secciones del juego y, lo peor de todo, es que éste –si bien lo desarrolla en un escenario visualmente interesante– comienza con una de estas exposiciones; la más larga y tediosa de todas, lo cual no sólo crea en el jugador un recelo ante la obra que es difícil de sacudir aún si el resto de ésta fuese impecable (que no lo es ni de cerca), sino que además se siente totalmente innecesaria pues –al menos hasta donde cubre el primer capítulo–, el tema que tratan sobre la relación entre el protagonista y su pareja no se vuelve a explorar sino hasta el final y de manera superficial y que perfectamente podría no estar allí.
Es extraño el punto en el que se sitúa esta obra, pues trata con mucho esfuerzo de ser críptica y a la vez es fácil ver detrás del humo y los espejos sobre qué trata de ocultar, agravándose por el hecho de que esporádicamente suelta exposición que, en el peor de los casos, resulta hasta redundante con lo que se transmite audiovisual y jugablemente.
Lo que diferencia –aunque sea un poco– a The Lies We Tell Ourselves de los peores pasillo-core (perdón, PT-like) es su fuerte énfasis en los puzzles. Ahora, la calidad de estos varía mucho y van desde simples encontrar-objetos-y-poner-en-el-lugar-correcto hasta descifrar frases ligeramente abstractas para mover mecanismos y alinearlos de manera que reflejen lo que se nos indica, todo esto diegéticamente. Esto último es sin duda lo mejor que tiene para ofrecer el juego y, aunque pueda ser frustrante a ratos el buscar qué es lo que lo que pide el desarrollador de nosotros, no puedo negar que sentí satisfacción al poder descifrarlos. Al menos están muy lejos de tener una “lógica lunar” en la que caen muchos juegos de puzzles.
La identidad del monstruo
Si bien todo lo relativo al gameplay y el cómo se expone la narrativa me parece cuestionable, donde realmente aparecen los problemas de este título es en los temas que trata. Le tengo mucha manía a las obras de ficción que abordan temas de salud mental de manera irresponsable y lamentablemente The Lies We Tell Ourselves es una de ellas. Sin querer spoilear demasiado la trama –y no lo haría sino fuera porque siento cierta obligación de advertir a quienes tengan planeado jugarlo–, se trata una más que probable depresión de una de las peores formas posibles: antagonizando a aquel que la padece y confundiendo estos pesares con la cordura questionable de éste.
La historia va, a grandes rasgos, de un hombre que –por una razón que se desvela hasta cierto punto cerca del final del capítulo– está encerrado en una especie de pesadilla (esto queda más que claro cuando un personaje le dice textualmente que “la única manera de salir de una pesadilla es entrar en otra”) donde debe enfrentar las verdades que ha ocultado de sí mismo reviviendo, en primera instancia al menos, su infancia y la problemática y abusiva relación que tuvo con ambos de sus padres. Y aunque el juego no se corta en mostrar lo monstruosos –expuesto de forma literal en las metáforas que usa a través de su gameplay– que eran con él, comienza a confundir el dejar el espacio suficiente para que el jugador saque sus propias conclusiones con justificar la actitud que tenían estos, llegando al culmen de lo problemático al final del capítulo cuando toda la culpa se revierte hacia el protagonista.
A pesar de lo pésimo que me parece todo esto, quiero reiterar que puede que en los capítulos subsiguientes esto se desarrolle lo suficiente para corregir el problema. Es decir, puede que todo lo expuesto sólo sea una herramienta del juego para explorar la abusiva relación parental con mayor profundidad, pero, al menos por lo que nos deja entrever el primer capítulo, dudo que sea el caso.
Cuando todo está dicho y hecho
The Lies We Tell Ourselves, visto desde un punto generalizado, mezcla los peores tropos de los pasillo-core (PT-like, perdón nuevamente) con muchos clichés y con una historia que trata temas que claramente se le escapan de las manos, algo que es muy común en este sub-género del terror, lamentablemente. Tiene algunos momentos genuinamente competentes, pero estos son opacados por los peores. Es una obra cuya suma es muchísimo menor que sus partes y que, a pesar de su corta duración, llega a sentirse repetitiva y, cuando intenta innovar introduciendo nuevas mecánicas e incluso una pelea contra un jefe final –la cual calza pésimo con el resto de la experiencia–, se vuelve aún peor.
No apostaría porque los siguientes capítulos subsanen los problemas que plagan al primero, pero aun así me gustaría darle una oportunidad a la segunda parte, aunque sea más por morbo que otra cosa.
Este avance se ha realizado con una copia para Steam cedida por Poopsy