La avaricia rompió el saco
Unity está cayendo cuesta abajo y sin frenos desde hace unos años, con decisiones estelares como llegar a acuerdos millonarios con el ejército estadounidense, despedir a cientos de personas cada poco tiempo (este año van 900) o introducir herramientas de inteligencia artificial generativa sin pasar controles exhaustivos mínimos (como que el conjunto de entrenamiento no tenga elementos con copyright). Todos estos virajes, así como bastantes comentarios desafortunados de su CEO, van sumando poco a poco hasta llegar a lo ocurrido en estos días: un punto de no retorno para los desarrolladores.
Unity ha cambiado de un día para otro los modelos de licencia para los estudios, cargándose planes intermedios esenciales para los más pequeños e introduciendo un sistema de pago mensual por instalación. Para los que tengan el plan gratuito (estudios pequeños), las barreras a las que hay que llegar son 200.000 dólares en ingresos, que no beneficios, en los últimos doce meses y 200.000 instalaciones en toda su vida; para los que tengan los planes de pago (estudios más grandes) se sube a un millón en cada uno.
Respecto a los ingresos, a la que tengas diez empleados cobrando 20.000 al año ya no los ves. Si encima el estudio quiere publicar en consolas (además de otras ayudas) tendrá que pasarse al plan de pago mínimo, que son 1.900 euros por persona al año. Con las instalaciones es aún peor, ya que los free-to-play, aunque puedan compensar con anuncios, se basan en amasar descargas para poder vender la mayor cantidad de microtransacciones posibles.
La inmensa mayoría de jugadores no se van a gastar nada, dependiendo así de las ballenas que invierten miles de euros. Pongamos que un estudio tiene el plan gratuito y lo peta, haciendo un millón de descargas en un mes. Los desarrolladores tendrían que pagar 0,20 dólares por las 800.000 descargas, haciendo un total de 160.000 dólares que pagar a Unity en ese mes. Además, hay que restar al precio del juego lo que se lleva la tienda por cada copia y lo que esté acordado con el editor. Aunque ambas barreras sean bastante altas, más te vale que tu juego no estalle en popularidad.
Tras el desastroso comunicado, quisieron aclarar el punto de las instalaciones: solo estimarán las instalaciones nuevas, evitando así las reinstalaciones y las copias pirata; los juegos comprados en bundles, jugados en web o por streaming y las demos tampoco contarán. La palabra clave es “estimarán”, y es un concepto muy divertido porque aparte de no dar ningún tipo de seguridad y estabilidad al desarrollador, no hay forma directa de confirmar dichas instalaciones. Una opción es meter un tracker que avise a Unity, cosa que han negado, y la otra es a través de las compras, pero no te asegura que un juego se quede en la biblioteca muerto de risa. Para las instalaciones piratas, Unity asegura que ayudará a los estudios afectados, lo que engloba virtualmente a la inmensa mayoría. Para los bundles, serán los desarrolladores los que tendrán que comunicárselo a Unity. Por último, en el caso de los servicios de suscripción el que paga es el distribuidor. Haciendo amigos.
Sin embargo, el gran problema no es la subida de precios. La razón real por la que el sentimiento de traición es tan grande es porque no ha habido ninguna consulta previa, los cambios van a afectar de forma radical a los estudios con juegos en desarrollo (como por ejemplo Silksong) y no hay ningún tipo de transparencia al respecto. Hay desarrolladores que llevan más de diez años pagando religiosamente su suscripción premium para que ahora les metan ese hachazo, y ya han tragado demasiado.
Unity será el motor más usado para crear videojuegos, empleado en colegios para enseñar y con herramientas muy versátiles y potentes, pero son esas pequeñas cosas que se van acumulando las que provocan que se vuelva una opción inviable. Pueden revertir ambos cambios e incluso bajar las tarifas, pero ¿quién se va a fiar de que no vuelvan a intentarlo? Por suerte existen alternativas tanto propietarias (Unreal) como mantenidas por la comunidad (Godot), y aunque constituyen una barrera de aprendizaje y adaptación junto a otros tantos problemas, al menos una de ellas no te va a endeudar el estudio con una decisión tomada de un día para otro.