Una obra importante
En la industria del desarrollo, ya sea de videojuegos como de otro software, existe una tendencia importante a la emigración. Se trata de una tendencia tan marcada, tan arraigada, tan explícita, que ya hace mucho que dejó de ser un tabú: fuera —sea donde sea eso— se cobra más, se dan más beneficios, se valora más tu tiempo; se vive mejor. Precisamente por ello es inevitable que, cuando uno llega a cierto punto de su carrera profesional, se empiece a hacer preguntas, a plantear infinitas situaciones hipotéticas de las cuales solo una, con suerte, tendrá lugar.
Pese a mi propensión por el overthinking, un veneno para el que ya ni siquiera busco la cura, hay algo que me imposibilita personalmente, al menos de momento, a intentar alinear todas esas posibilidades con mi situación: aunque me suene raro decirlo en alto, me encanta España. Y aunque motivos no me faltarían, no me refiero al clima, ni a la seguridad, ni al ambiente, ni a nada de eso que pueda escucharse en una comparativa cualquiera de YouTube. Simplemente estoy profundamente enamorado del made in Spain, del género que se mueve entre el Atlántico y el Mediterráneo. Amo los productos que se hacen en nuestro país (y aún más contribuir a hacerlos realidad), porque todos desprenden un olor especial. Y en ese sentido, amo sentirme patriota. Aunque sea, por una vez.
España es el país de los games for impact. Nos encanta experimentar, iterar sobre conceptos inexplorados, pero no más que contar historias. Esto no quita que podamos presumir de auténticos transatlánticos de un explícito carácter lúdico como Temtem, Blasphemous o el más reciente Metroid Dread, por supuesto, pero la cantidad y la calidad de los títulos que salen de nuestras tierras en busca de tocar miles de fibras sensibles y trascender como arte habla por sí sola. MIND: Path to Thalamus, Endling — Extinction is Forever, RiME y las obras de Deconstructeam conforman una inagotable lista que, para nuestra fortuna, no cesa en su expansión, y a que, de hecho, hace menos de una semana que dió la bienvenida a su último integrante.
Desarrollado prácticamente sin presupuesto por el equipo madrileño de Calathea Game Studio, Inner Ashes es una aventura narrativa en primera persona que nos encalza las botas de Henry, un guarda forestal diagnosticado con Alzheimer precoz. Fruto de su condición, deberá de realizar un viaje introspectivo por su mente en pro de intentar recordar por qué Enid, su única hija, se distanció de él. El título, así, se descubre como una obra catártica, en la línea de lo propuesto por GRIS o Arise: A Simple Story, y entre sus extremadamente coherentes mecánicas y sus preciosistas entornos, deja entrever historias personales de frustración, convivencia, comprensión y superación. Una vez a los mandos, resulta sencillo palpar y sentir cómo la enfermedad se ha estudiado, se ha discutido con profesionales (de cara a ser representada de forma honesta), se ha trabajado, se ha entendido, pero también cómo se ha sufrido.
Escribía Sara Borondo en 2016, entre otras muchas cosas muy buenas, que obras como That Dragon, Cancer podrían considerarse como unserious games. “Su objetivo no es realmente didáctico, sino que es una catarsis para la familia que ha sufrido una pérdida tan espantosa […] es una llamada de atención sobre la enfermedad, un grito desesperado de unos padres que ven cómo se tambalean los cimientos de su vida […] El formato de videojuego y que se cuente de una forma tan lírica muestra hasta qué punto los videojuegos son un gran medio de expresión de emociones y artístico para conseguir una historia tan emotiva y terrible“. Hay mucho de eso en Inner Ashes; tantas ganas de poner el Alzheimer en el mapa como de superarlo a través del acto de la creación artística. Unas ganas que, inevitablemente, se transmiten al jugador, y que acaban acompañándole en su dolor, evocándole recuerdos de tiempos mejores o preparándole para lo que, solo Dios sabe, puede estar por venir. Es por ello que Inner Ashes es un juego importante, uno importante como pocos. Uno de esos que me enorgullecen de ser español.