Abolir el régimen
Pistolas láser, cables, luces de neón. Lo tecnológico, lo transhumanista; lo antisistema. La revolución. Son muchos de estos los conceptos que nuestro imaginario colectivo tiene adheridos al término ‘cyberpunk‘, y que inconscientemente aplica a ‘sociedad futurista’ o ‘distopía’. Como si de una red neuronal se tratase, tendemos a agrupar ideas y abstracciones que consideramos similares con tal de encontrar un apoyo a la hora de imaginar algo nuevo, o de recrear las imaginaciones de otros. Pero, ¿qué sucede cuando se produce una disrupción en dicha malla de conceptos? ¿Qué sucede cuando implantamos un nuevo elemento en un contexto que poco tiene que ver con el resto, o que se tiende a relacionar con ellos de manera diferente?
No voy a negar que hay mucho de todo lo citado en Anyaroth: The Queen’s Tyranny, la ópera prima de Yggdraseed Studios y Firenut Games. Pero también hay mucho más que eso. No solo hablo de su ambientación, fabulosa en el más pleno sentido de palabra, que resulta ser toda una alegoría de la corrupción y el poder encerrada en un contexto tan repugnante como fascinante como es el mundo de los insectos; también hablo del resto de sus partes, y de cómo estas se subvierten para dar lugar a una experiencia francamente notable sin necesariamente volverse más compleja o menos directa de lo que debería.
Anyaroth debe su nombre al mundo en el que se desarrolla. Una realidad política gobernada despóticamente por una Reina que pretende explotar hasta el último recurso de un planeta en sus últimos estertores. Bajo esta premisa se esconde un guion no demasiado original ni demasiado variado, cuya acción se encuentra muy focalizada en puntos clave y cuyos personajes no destacan por su cantidad ni por su profundidad, pero que consigue transmitir con claridad un potente mensaje y que aguanta sorprendentemente bien el devenir de las horas, principalmente gracias al arte con el que se encuentran escritos sus diálogos. Las revueltas y los pueblos oprimidos, por naturaleza, siempre tienen un cierto morbo, una cierta perversión, siendo un agente incitador interesante y con potencial, pero también hay que saber explotar dicho potencial, algo que, es de justicia admitir, desde Yggdraseed Studios han sabido hacer sin despeinarse.
No merece menos elogios el brutal acabado audiovisual que se ha conseguido con presupuesto cero, y el cual logra hacer de sus mayores defectos sus mayores virtudes. La paleta de colores, sin ir más lejos, es apagada, sosa, decadente, pero también le brinda una personalidad única a una propuesta que, en ocasiones, parece tratarse de un juego inédito; un tesoro escondido durante mucho, mucho tiempo. Este acabado vintage, suave y desaturado rema en la misma dirección que el cuidado pixel art de la aventura, el cual funciona muy bien en su conjunto aún prescindiendo de un especial detalle. Shout out a sus jefes finales, quizás el aspecto que más se haya trabajado en este sentido, y que derrochan carácter, mimo y buen hacer, junto a los escenarios más urbanos de la propuesta.
Algo similar ocurre con su banda sonora, la cual deja las sutilezas y los matices a un lado para dar lo que promete: un acompañamiento audttivo trepidante y puntualmente sensible a una acción que solo va in crescendo. Con un buen banco de sonidos a sus espaldas, Miguel Llaneli capta los principales ritmos y leitmotivs de la ficción futurista y los explota a lo largo de dieciocho cortes de buena manera; de una muy buena, de hecho, si tenemos en cuenta su condición novel. Aunque pueda pecar de monótona, difícilmente abriré mi Spotify en unos cuantos meses para rememorar la banda sonora de The Queen’s Tyranny, pero aún más difícilmente encontraremos tedio sonoro durante las tres o cuatro horas que puede llevarnos llegar a la pantalla de títulos.
Por último, alcanzo a escribir sobre una jugabilidad conservadora. que no transmite sensaciones diferentes por hallarnos en el cuerpo de un artrópodo, pero que tampoco pretende hacerlo. Con una base de shooter plataformero, las intersecciones de Anyaroth con el metroidvania contemporáneo no dan lugar a puzles especialmente complejos o memorables ni a una construcción del mundo laberíntica pero coherente, como sí hemos disfrutado en numerosas entregas estos últimos años. No obstante, la obra, mucho más lineal de una forma mucho más explícita, se basta de un buen game feel para construir una concatenación de enfrentamientos bien equilibrados, que priorizan la diversión instantánea ante cualquier otra sensación a los mandos, y a los que solo nos hubiese gustado pedirles más excusas para exprimir su frenético y eficaz sistema de combate. (Aunque, puestos a pedir, un apuntado algo más preciso tampoco le habría venido mal).
Tiro certero
Anyaroth: The Queen’s Tyranny apunta a un objetivo fijo y da en el blanco, ofreciendo una experiencia para un jugador muy concentrada, con personalidad y en un universo rico que deja con ganas de más. Se trata de una propuesta honesta, que da lo que promete, y ante la que resulta imposible enfadarse por sus imprecisiones en el control o por sus puntuales momentos de monotonía audiovisual, más aún si se tiene en cuenta lo mucho que se ha conseguido con tan escasos recursos. Una obra ejemplar para cualquier amante de los videojuegos que quiera comprobar de primera mano cómo resulta una incursión en la industria, y digna de abanderar el estandarte del desarrollo indie nacional, junto a otros pesos más pesados, este 2023.
Esta crítica se ha realizado con una copia para Switch adquirida por la propia redacción.