Del futuro y el pasado
Hi-Fi Rush es el más reciente juego de Tango Gameworks y el último juego que habrá sido liderado por Shinji Mikami, la mente maestra tras Resident Evil y The Evil Within. Muy lejos de estos juegos de survival horror, Hi-Fi Rush se presenta más bien como un hack and slash plataformero de ritmo. Es decir, un juego de aventura y acción en el que principalmente nos dedicaremos a explorar niveles, saltando en distintos tipos de plataformas, pelearemos contra hordas de enemigos centrándonos en combos que nos irán dando una calificación y haremos todo al ritmo de la música. Tendremos un constante ritmo a través de todo el juego y todo, TODO funcionará en base a éste. Desde los movimientos de Chai, el protagonista, hasta los patrones de ataque enemigos. Pasando por el movimiento de diversas plataformas móviles, el escenario, las animaciones de los personajes y hasta el funcionamiento de los ataques tendrán que ser sincronizados para aumentar su eficacia.
Y aunque el juego caiga en algunas trampas usuales de grandes lanzamientos, como la recolección de textos coleccionables que nos explican un lore que no es necesario, repetición de la tutorialización de las mecánicas jugables hasta decir basta (al nivel de que en los primeros compases del juego lleguemos a tener tres o cuatro veces una explicación de cómo funciona el sistema de pelea) y diferentes monedas de cambio para progresar en diferentes habilidades o desbloquear nuevos combos de ataque. Ninguna de estas llega a mermar realmente la experiencia pues o bien están ahí completamente opcionales en el peor de los casos o nos incentivan a explorar los recovecos de cada nivel en el mejor.
La historia nos llevará a un futuro distópico en el que grandes corporaciones controlan a la población y cuyo objetivo final es llevarlos a consumir sus productos sin pararse a pensar dos veces si estos cubren una necesidad real o una creada por ellos mismos (me suena de algo). Nuestro protagonista, Chai, es reclutado por las industrias Vandelay, donde reemplazan su brazo derecho por uno robótico y, tras un accidente en el proceso, se fusiona con su reproductor de música, haciendo que todo lo que lo rodea funcione al ritmo de la música que sale de él. Tras esto, es considerado un producto defectuoso y marcado como un objeto a eliminar por la misma empresa que lo creó. Entonces, deberemos ayudar a Chai a escapar de nuestros perseguidores y eventualmente hacer alianzas con diversos miembros rebeldes de la empresa para no solo salir con vida, sino también desmantelar un proyecto que busca la dominación mundial.
Sin duda Hi-Fi Rush es un juego con una apuesta atrevida y refrescante, sobre todo en el panorama pastoso de los triple A actuales. Y no solo la premisa mecánica es interesante, la historia, si bien no es nada para escribir a casa, es entretenida y eficaz. Los personajes son muy carismáticos y memorables. Los diseños de tanto amigos como enemigos están bien diferenciados y son fáciles de reconocer y recordar. Pero lo que hace a la obra de Shinji Mikami tan especial no es nada de lo mencionado anteriormente, nada que se pueda describir en una reseña genérica de compra como la que les acabo de hacer, sino más bien en ese no sé qué que tienen cada vez menos obras en el mainstream. Ese no sé qué que bien podría llamarse alma.
¿El ritmo lo es todo?
Con la propuesta inicial del juego bien podría haber salido un título con bastante potencia para ser una de las mejores entregas del año, por mucho que haya salido en enero. Pero Tango Gameworks decidió ir más allá y rellenar el juego de detalles, nimiedades y referencias que hacen que la obra sea más que las sumas de sus partes. Tendremos escenas 1:1 de Jojo’s Bizarre Adventure, referencias a series de televisión de culto y a juegos antiguos y que no se esperarían ser mencionados como ninguna cultura general (véase Ready Player One).
Puede que los diálogos de los personajes no sea mucho mejor que los de una película de Marvel en un día bueno, pero esto no significa que dejen de funcionar. La estructura de estos se compararon con los símiles de Forspoken en cuanto salió el juego, algunos alegando que al primero se le alabara por su bufonería mientras al otro se le condenara y se apuntara como cringe. Y es que no existen reglas objetivas para el arte, no todo puede ser medido con la misma vara y lo que funcione en una obra, puede no funcionar en otra. Es difícil de explicar cómo una fórmula ya tan manida como los diálogos Whedonescos puedan funcionar en pleno 2023, pero lo hacen. Simple y llanamente lo hacen.
Todo es ritmo
Como mencioné antes, todo dentro del juego se mueve al ritmo de la música. Y a pesar de arriesgarme a repetirme demasiado, la verdad es que no deja de impresionarme lo bien logrado que está que los ataques, los saltos, los dash, los QTE’s (bien planteados y no usados en exceso), los ataques enemigos y hasta eventos especiales en los que tendremos que hacer parry a diferentes patrones de ataques, funcionen al mismo compás sin que llegue a sentirse tedioso ni forzado es algo que no debería ser capaz de lograrse y aún así lo consiguieron magistralmente. Al punto en que al terminar de jugar más de uno quedará con el ritmo en la cabeza y se sincronizará involuntariamente al juego. Este mismo beat ayuda a entrar en la zona, si conectamos con lo que el juego nos plantea, y aunque seamos muy malos para seguir el ritmo, podremos ir acompasándonos y ser guiados por una mano invisible que nos ayudará con los movimientos y todo fluirá suavemente.
Si a todo esto le sumamos los personajes entrañables, el guión sencillamente divertido y efectivo, más un sistema de combate mucho más que cumplidor junto a un diseño de niveles y mecánicas que parecen haber sido sacadas de otros tiempos en los que lo que más importaba no era ni el fotorealismo ni los testículos de caballo que se achican con el frío, sino simplemente en pasar un buen rato, sincronizarse con la música y vivir el Hi-Fi Rush.
Esta crítica ha sido realizada con una copia para Xbox Series S adquirida por la propia redacción.