Retirar a media cocción y servir
Me vais a matar cuando os cuente —casi como si a estas alturas no fuéseis capaces de deducirlo— cuál fue mi juego más anticipado del último Nintendo Direct, que se celebró la pasada madrugada del jueves. Porque no fue, ni mucho menos, The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom (que tiene una pinta brutal, ojo, pero del que prefiero saber lo menor posible de cara a su estreno), ni tan siquiera un Pikmin 4 por el que llevo esperando años, y que comenzó la ceremonia de una forma prácticamente inmejorable para mí. El nombre que me hizo perder la cabeza desde los primeros rumores sobre su aparición fue, para sorpresa de muchos pero no de todos, Baten Kaitos: la ópera prima de Monoloth Soft (Xenoblade Chronicles) si obviamos Xenosaga: Episode I, y uno de los mejores JRPG que pudo parir el catalogazo de GameCube. Y mira que venía advertido de que, con una altísima probabilidad, el anuncio no dejaría entrever el desarrollo de un capítulo nuevo, sino que desde Bandai Namco se buscaba un retorno a las raíces con tal de conseguir nuevos adeptos y quién sabe si insuflar nueva vida a una IP con mucho potencial, que parece tener ahora un contexto mucho más favorable para desarrollarse que hace exactamente veinte años.
Quizás por este motivo que comparto personalmente con Bandai Namco y presumiblemente también con Nintendo (pues yo también anhelo que Baten Kaitos vuelva, arrase en Occidente, se valore y expanda como antaño hizo Xenoblade) siento especial inquina hacia la distribuidora japonesa, pues no considero que un tratamiento mediocre y desidioso hacia una saga de nicho pueda conseguir, bajo ningún concepto, que realce el vuelo. Desgraciadamente, Baten Kaitos I & II HD Remaster es una realidad, pero no la realidad que muchos esperábamos, pues la compilación, más allá de cerrar las puertas definitivamente a un remake y retorno por todo lo alto de la obra original, llega a Europa en condiciones ampliamente mejorables: modelados y sprites sin apenas trabajo de remasterización, tasa de frames bloqueada a 30, sin contenido adicional y sin traducción al castellano en la segunda entrega.
El problema de esta situación, que va mucho más allá de forzar a más de uno y a más de dos a jugarse a Baten Kaitos Origins con un diccionario de la editorial SM en la mesilla de noche, reside en el impacto que un lanzamiento así puede suponer a la imagen de la marca. Debemos de ir asumiendo desde ya que si esta remasterización cutre no vende, Bandai Namco sepultará la saga para siempre, aunque no por ello pienso que como fans debamos de estar moralmente obligados a sacarla a flote. Desde Bandai Namco, así como desde cualquier otra compañía que piense en revitalizar una franquicia olvidada empleando el menor número de recursos posible, deben de entender que hay muchas formas válidas de ajustar un presupuesto para resurgir un clásico sin necesariamente tirarse a la piscina, pero saltarse barreras como la idiomática no es una de ellas. Toca nuevamente salir a las calles, hacerse notar, y visibilizar el problema independientemente de que decidáis votar o no con la cartera… aunque todos sabemos cuál es la manera más efectiva de que nos hagan caso.