Gracias, The Callisto Protocol, por matar mis ganas de Dead Space
The Callisto Protocol le ha hecho un muy flaco favor a Dead Space, y no solo porque la última obra de Krafton y Striking Distance Studios calque las principales mecánicas e ideas del clásico de Visceral Games (ofreciendo, dicho sea de paso, cierta sensación de nostalgia fallida). Desde un punto de vista puramente económico, lanzar un título de tal presupuesto y tal relevancia mediática a un mes o dos de otro, compartiendo ambos enfoque y ambientación, tiende a ser sinónimo de una muerte comercial para el rezagado, debido a que el público, deseoso de llevarse a la boca cualquiera de las propuestas, suele colmar sus ansias con la primera capaz de posarse sobre sus manos, y no necesariamente con la mejor de las dos. La idea, eso sí, es que independientemente de su calidad el juego en cuestión sirva para calmar esa impaciencia desmesurada, y no para matar cualquier tipo de interés que pudiese suscitar la propuesta, ni las aventuras similares que la procedan.
Habrá quien tras encarnar a Jacob Lee tenga más ganas que nunca de volver a enfundarse en el traje de Isaac Clarke. Porque las comparaciones son odiosas, y porque estoy seguro de que muchos esperábais encontrar en The Callisto Protocol algo muy diferente a lo recibido. Un servidor, sin embargo, no puede decir lo mismo: haber transitado nuevamente por esos espacios, con esa lúgubre iluminación, acompañado de esas desagradables criaturas, apenas consiguió suscitar alguna emoción en mí: ni siquiera la de volver a verme las caras con un viejo conocido. The Callisto Protocol ha desaprovechado el gol de oro que tenía el género para reenamorarme, fallando el tiro y dejándome totalmente embotado de cara a un Dead Space que solo Dios sabe a estas alturas si podría haber hecho mejor uso de sus circunstancias.
No busco echar más leñá a la lumbre, ni culpar a The Callisto Protocol por pecados que no cometió. Podemos discutir sobre expectativas, y sobre si el susodicho logró o no estar a la altura de la leyenda, pero lo cierto es que nadie más allá de la casualidad, los avatares del destino y, por supuesto, los responsables de fechar el lanzamiento de Dead Space para enero de 2023, tiene culpa de esto. Si acaso, pienso que como jugadores, inevitablemente partícipes, podemos sacar algo positivo de todo esto: una lectura más allá de la previsible, del “las expectativas son malas” y el “queremos que las nuevas IPs innoven“.
Personalmente, aprendo de este caso a esperar al momento correcto para reconciliarme con una saga o género, algo con lo que personalmente siempre he concordado, pero que por cuestiones laborales no siempre me permito respetar. Los videojuegos, como piezas de arte, merecen ser disfrutados sin prisas, presiones ni compromisos, y ninguna circunstancia permite estudiarlos, comprenderlos y vivirlos mejor que aquella definida por la elección sosegada y deliberada de la aventura en cuestión. Un título jugado simplemente por quitarlo de nuestra larguísima lista de videojuegos pendientes difícilmente nos emocionará o atrapará tanto como aquel que juguemos por un genuino interés, así que os recomiendo esperar al momento adecuado para vivir cada aventura en lugar de jugarlas compulsivamente por inercia, autoimposición o FOMO. Todo tiene su lugar en el tiempo y el espacio; no somos nadie para arrebatárselo.