Héroe de leyenda
La popularidad no implica negatividad. Demasiado a menudo caemos en reducir las capacidades de “lo popular” por el mero hecho de serlo. Sucede con la música, pero también con otros productos audiovisuales y literarios. Pero esta popularidad, que tiene poca o ninguna relación con la calidad de una historia, no se enfoca como debería en la mayoría de ocasiones. Algo popular solo implica un alto seguimiento por parte de los individuos. Algo que no está reservado para unos estándares elevados, sino que puede y debe disfrutarse por todos. ¿Sabéis qué es también algo popular? Exacto, los héroes y las leyendas.
Desde que la humanidad registra de alguna manera las proezas de determinados individuos o colectivos existen los héroes. En base a estos se desarrollan historias que, pueden ser más o menos fantasiosas, pero son sin duda populares. Algunas de estas hazañas pasan por matar bestias amenazantes, mientras que otras son más “de estar por casa”, más cercanas a la realidad como podrían ser las historias de Robin Hood. Y como tal, Asia también tiene a sus héroes, sus leyendas y sus cuentos populares. No hablo solo de los shinigami japoneses y las fábulas más conocidas en occidente, sino de héroes locales que, ahora, gracias al videojuego, obtienen también popularidad en el resto del mundo, que pasa a mostrar interés por circunstancias ajenas.
The Legend of Tianding trae la historia de Liao Tianding, una suerte de Robin Hood taiwanés que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX en Taipéi. La propuesta es ya un tópico: defender a los habitantes pobres de los más adinerados. Sin embargo, Liao Tianding establece relaciones con los rebeldes locales, opositores de la ocupación japonesa que pretendía administrar el territorio, cometiendo injusticias y generando repudio entre culturas y costumbres. Por suerte, no cae en la tediosa costumbre de construir una trama introductoria. Liao es ya parte de la urbe, conocido por sus habitantes. Nosotros, somos meros jugadores que vamos a conocerle. A él y a la Taipéi que habita, así como a sus amigos y conocidos. Con esto, el juego evita tener que forjar una leyenda, y nos la muestra ya en un punto de su historia, si bien nos introduce los elementos de forma correcta, claro está.
Se trata de un juego de acción en 2D con mucho plataformeo y mucho combate, todo pensado para aprovechar al máximo las habilidades motrices del protagonista. Tenemos combos, ataques especiales, esquivas y todo lo que garantiza un buen beat’em up donde golpear tandas de enemigos como si fueran sacos. La mecánica principal se da dentro del combate: robar armas. Es, quizás, lo más distintivo dentro de un título por lo demás conservador en líneas generales. Este robo lo haremos de forma constante, no como mera anécdota. Desestabilizando a nuestros enemigos tras varios golpes, podemos utilizar la cinta que Tianding lleva en la cadera para aturdirlos y conseguir sus armas, que van desde porras policiales hasta varas de bambú y algún que otro bazooka.
Todo esto lo podemos combinar con las habilidades que aprendemos en la primera hora de juego, que son el otro aspecto fundamental de la jugabilidad. Se trata de patadas laterales y verticales que, más allá de servirnos en combate, se utilizan como ingeniosas formas de llegar a lugares complicados. Así, si con el doble salto no nos basta, Liao puede hacer una patada ascendente que termine por alcanzar la plataforma objetivo. Como experto en kung-fu debe, también, esquivar con soltura los golpes enemigos. Hacer esto en momentos precisos una vez avancemos en la historia garantiza además la activación de ciertas habilidades ocultas, muy útiles en algunos momentos. Utilizar correctamente todas las herramientas de las que disponemos será necesario para encontrar los tesoros ocultos que hay dispersos por los escenarios.
En general, la obtención de recursos está muy bien medida. Vamos ganando dinero que podemos utilizar para comprar alguna mejora de cuchillo, o ampliar el número de panecillos que podemos llevar con nosotros. Estos panecillos son las curas, que se recargan automáticamente al encontrar un punto de control (o cuando encontramos algunos sueltos por ahí). El dinero que nos sobra, por su parte, es interesante dárselo directamente a los mendigos de Taipéi, siempre dispuestos a darnos alguna mejora pasiva que, poco a poco, se acumulan para hacernos más eficiente y peligroso. Algo similar sucede con la energía, necesaria para las habilidades de kung-fu, y con la vida. En ningún momento sentimos que vayamos con demasiada (o nos falte). La progresión es un punto bastante fuerte y cada poco tiempo obtenemos nuevas habilidades.
Si tuviera que poner una pega sería que, más allá de las primeras zonas, las habilidades que son necesarias para el plataformeo se diluyen un poco. Acabaremos pudiendo saltar en las paredes, por lo que las patadas verticales tendrán mucho menos protagonismo, al igual que sucede con los puntos de anclaje, que ven mermada su presencia. Esto no es un problema per se. Pero sí se echa en falta algo más de tiempo para disfrutar de lo aprendido. Además, la dificultad es bastante permisiva, pudiendo elegir la “difícil” de las dos opciones que se nos presentan, sobre todo si estamos acostumbrados a los juegos de acción en 2D. Tal vez, eso sí, el jefe final nos cueste más de lo esperado con esta dificultad, pero el resto de jefazos no nos tomarán demasiados intentos aún suponiendo un reto decente.
Taipéi es interesante a la hora de explorar. No hay mucho que hacer en la ciudad más allá de algunas conversaciones y de encargos secundarios, pero merece la pena dar alguna que otra vuelta. Además, estas misiones secundarias son clave para conseguir finales alternativos, pudiendo encontrar secretos en las fases propiamente dichas a las que podemos volver cuando queramos hablando con cierto personaje. Si nos entretenemos un poco y nos sumergimos en la ciudad, incluso podremos jugar a un juego de cartas tradicional para matar el rato. Todo ello mientras la música autóctona se mezcla con varios temazos a tempo elevado para que nos peguemos unos buenos golpes al ritmo.
Un ratero convertido en leyenda
La isla de Taiwán ha sido un territorio complicado donde los haya para la geopolítica asiática del último siglo y medio, algo que no dista tanto de otras experiencias presentes en la historia de los países que nos son más familiares. Mezclando contexto político con algo de fantasía al más puro estilo del Tintín de Hergé, con sus intrigas, sus misterios y sus personajes estereotipados, The Legend of Tianding nos introduce en un mundo sacado de cómic de los 90 pero centrado en su carácter oriental. Hace algo más de un año que vio la luz, pero ya va siendo hora de liberar Taipéi de sus oligarcas corruptos, sus negocios turbios y del imperialismo que asola a una población bajo yugo. Todo ello de la mano de la carismática leyenda de Liao Tianding.