Deathloop en Xbox, Tunic en Switch, Sable en PS5... y Dios en la de todos
Soy plenamente consciente de que los cada vez más escasos meses que restan hasta las nuevas campanadas no nos van a dar lugar al aburrimiento; ni el más nimio ápice. De las doce que tenemos por delante, no se me viene a la cabeza ni una sola semana que no esté protagonizada por uno, dos o tres títulos de gran envergadura, o, en el peor de los casos —aunque no por ello se trata de un mal caso—, con cierto carisma e interés. Aquí estoy yo, el primero de la fila, esperando ferozmente a la madrugada del jueves para poder lanzarme finalmente a la sublime aventura que a buen seguro me aguarda en Valkyrie Elysium. No obstante, e independientemente de mi interés por ellos, no puedo evitar alegrarme por aquellos títulos que también han querido aprovechar esta temporada ya cercana a la campaña navideña para romper el bucle de su exclusividad temporal. Por temas de competencia y otras cuestiones de mercadotecnia, pongo en duda que sea un instante óptimo para hacerlo, pero, oye, ¿acaso existe un mal momento para dar buenas noticias?
Intentando olvidarme de la pregunta que os acabo de hacer con tal de no daros barra libre ante la posibilidad de comentar todo tipo de barbaridades, os comento cómo está el tema. Deathloop, la que para muchos es la obra cumbre de Arkane Studios (Prey, Dishonored), acaba de aterrizar hace escasos días en PC y Xbox Series X | S, pudiendo ser disfrutada sin coste adicional por aquellos que estén suscritos a Xbox Game Pass. Por otra parte, Tunic, una de las mayores sorpresas que nos dejó el pasado año 2021 en el panorama independiente, llegó ayer mismo a Switch a través de la eShop, así como a PS4 y PS5. Eso sí, solo los de este último grupo podrán disfrutar durante la próxima temporada de otoño de Sable, ópera prima de Shedworks que recientemente anunció su pronta disponibilidad en PS5, tras más de un año de exclusividad en el ecosistema Xbox y PC.
Que estas tres piezas, tan dispares como potentes y explícitas en sus mensajes, estén ahora disponibles para una mayor parte de la comunidad no solo permite el disfrute de un nuevo público ante tales obras (cada una a su manera, pruebas fehacientes de lo que nuestro medio es capaz de hacer, de conseguir y de provocar), sino que, como agentes activos, permite a los jugadores revivir y regurgitar la conversación popular en torno a dichos productos en una sociedad donde vivir mediáticamente durante más de un par de días es una labor prácticamente imposible, tan solo relegada a unos cuantos elegidos que no necesariamente han de merecerlo más que el resto de aventuras que arriesgan, que emocionan y que triunfan dentro y/o fuera de su nicho. (Si se lo merecen más o no que las que no hacen nada de eso es otro cajón que abriremos otro día).
Es posible que, en casos de pequeñísimas obras de la talla de Tunic —aunque no creo que sea una obra al que se le pueda aplicar dicha afirmación, al haber sido promocionada abiertamente por Microsoft—, esta clase de lanzamientos escalonados sigan vigentes, en parte gracias a las enormes diferencias técnicas que existen entre soportes actuales como Xbox Series X y Switch. Es algo comprensible, parcialmente impaliable, y a lo que como jugadores tampoco hemos de enfrentarnos: solo los estudios saben lo que es mejor para sus criaturas, y son ellos los que han de elegir qué versiones priorizar sobre el resto (si es que deciden realizar tal ejercicio) y con qué timing es más apropiado que su entrega llegue a las tiendas de los diferentes sistemas. Sin embargo, pienso que poco a poco todo ese rollo de las exclusivas temporales, de manera un tanto paradójica y contraria a la tendencia hacia el monopolio que va haciéndose más y más obvia con el devenir de los meses, está dejando de darnos miedo, de alarmarnos; está dejando de tener sentido, en gran parte porque ya sabemos verle las orejas al lobo. A muchos nos picaba la nariz con que un título como Tunic no estuviese disponible en Switch: el mercado ha hablado por sí solo, y ahora al fin lo está. Disfrutémoslo, apoyémoslo… preferiblemente, antes de todo lo que nos aguarda a la vuelta de la esquina. Eso es algo contra lo que, me temo, tendremos más difícil combatir.